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CRÍTICA » CLÁSICA

Sueño sexual de una noche de verano

A sei voci Canciones profanas del Renacimiento. A sei voci. III Festival Internacional de Música Antigua y Barroca. Patio del Castillo del Papa Luna. Peñíscola, 7 agosto 1998.Desde el pasado martes viene desarrollándose en Peñíscola la tercera edición del Festival Internacional de Música Antigua y Barroca. Mediado ya el certamen y a falta de los tres conciertos que llenarán otras tantas noches de la próxima semana, el recital ofrecido el viernes por A sei voci merece un comentario especial. Es indudable que los organizadores del festival han hecho un esfuerzo digno de todo elogio al traer a Peñíscola varios grupos punteros en el campo de la música antigua. Esfuerzo que desearíamos ver recompensado por una mayor asistencia de público. El de Peñíscola, en términos artísticos, es un festival que va a más. Acaso le falta una cobertura publicitaria amplia y decidida. Todo se andará, esperemos. A sei voci es un conjunto vocal ya veterano, creado en 1977, que en 1990 renovó su plantilla en torno a uno de los fundadores, Bernard Fabre-Garrus. El grupo que actuó en Peñíscola estaba integrado por un contralto (Raoul Le Chenadec), un tenor (Thierry Bréhu), un barítono (James Gowings) y un bajo (Fabre-Garrus). El empaste de las voces, su afinación y cuadratura son admirables. Los cantantes se acoplaron a la textura polifónica de las canciones de Janequin, Sermisy, Costeley y Certon con la naturalidad del pez que nada en el agua, incluso cuando el oleaje se muestra proceloso. Insultante brillantez La precisa agilidad de los staccati, las voluptuosas curvas melódicas, el perfecto acabado de los reguladores dinámicos, la bifurcación estereofónica de las voces, todos los secretos en suma del gran arte vocal a capella, se manifestaron con insultante brillantez a lo largo del concierto. Ni que decir tiene que tales resultados, obtenidos sin el apoyo tonal de un instrumento, se alcanzan únicamente desde el completo dominio de la técnica respiratoria y la modulada proyección del sonido. A los sones, ornitológicos en unas ocasiones, organísticos en otras, de los cuatro solistas se añadió la maravillosa dicción del texto. A ninguno de los asistentes al concierto debió escapársele el subido talante erótico de ciertos poemas. Posiblemente las adustas piedras del palacio de Luna pocas veces habrán recibido descargas tan directas acerca de aquel deleitoso menester en el cual vino a desahogarse el Robin de la leyenda cuando a Margot quiso ensartar. O la historia del acalorado fraile Frappart, sin olvidar que nuestro cuco tiene en el amoroso francés del siglo XIV un vocablo ("coqu") de inequívoco significado en el actual. Fue ésta una cálida noche de luna, tan cabalmente erótica como para recordar el deliberado título de uno de los filmes más queridos de Woody Allen: Sueño sexual de una noche de verano.

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