UN INSTANTE DE FELICIDAD Comprar en Ikea
Ikea es la consumación de una utopía: el buen gusto del pobre. Felicidad lo descubre siempre en la caja, recogiendo el cambio y observando -segregando- lo que va a cargar en el coche. Los almacenes suecos se alzan en Montigalà, una periferia limpia. Los almacenes suecos abren a las 11, pero 20 minutos antes hacen pasar a los que aguardan y les ofrecen una taza de café. Los almacenes suecos trazan en el suelo el camino que debe recorrer el visitante: si uno se aparta no es probable que lo encarcelen, pero siempre se perderá algo bueno. Los almacenes suecos explican a los clientes, cuando falta una silla, que ha zarpado un barco de Sumatra con un lote de ellas, aunque lamentan no poder precisar la hora del atraque. Los almacenes suecos tienen especialmente baratos los juguetes, los muebles, los asuntos de los niños y disponen de una guardería con un suelo de bolitas para que se zambullan allí mientras los padres compran. Los almacenes suecos no han aislado el diseño del conjunto de los objetos: sería algo así como especificar que el café es cafeinado. Y como no lo aíslan, no lo cobran. La socialdemocracia ha dejado, al menos, unos almacenes.
Ikea. Polígono Montigalà. Badalona
