Guiri: paraíso terrenal
Es como el caso Bosman pero con un plano del pueblo o la ciudad y una cámara de fotos en bandolera. Pierre Louys y Gerald Brenan, exponentes de la cultura francesa e inglesa, tenían 25 años cuando pisaron por primera vez tierra andaluza. No superaba en mucho esa edad cuando Julian Pitt-Rivers llegó a Grazalema para hacer el primer estudio antropológico sobre un pueblo español. Lo confundieron con un espía y se convirtió con los años en un taurófilo. Venía con una recomendación del propio Brenan, que llega a Yegen, en la Alpujarra granadina, el 13 de enero de 1920, y allí monta su particular falansterio, todo lo que no había podido hacer en Inglaterra. En Yegen encuentra lo que el grupo de Bloomsbury no le daba: "... en ningún otro sitio tenían los higos, los albaricoques, los nísperos, los melones y las uvas de parra mejor gusto". Pitt-Rivers contabiliza en Grazalema a finales de los cuarenta 2.405 habitantes en 604 casas. Elige este pueblo de la serranía gaditana porque le invitaron al casino y me dieron de beber con más diligencia que en cualquier otro lugar en el que estuve". Extranjeros. Y foráneas. Seguidillas a una extranjera tituló su poema Rafael Alberti. "Todos los torerillos / que hay en Sevilla / te arrojaron, al verte / la monterilla". La llama Arrebolera y Pasionaria y la pobre termina desgarrándose el pecho con la espada del torero en el palco de la plaza de toros. Belmonte pasó de la teoría a la práctica y como colofón de una gira americana se casó por poderes con una limeña. "No estuve en mi boda", cuenta el torero en el libro biográfico de Chaves Nogales, "no he estado en los bautizos de mis hijos, no he ido a ninguna de las ceremonias a que me han invitado y sospecho que ni siquiera voy a estar en mi entierro". Una inglesa llamada Janet Gaynor recibió hace unos meses en la Maestranza la monterilla del mejor expediente académico en la facultad sevillana de Filología. Pierre Guiraud habla de los "turistas del idioma", inductores de anglicismos y americanismos. El más eficiente fue sin duda Michael Robinson, contratado por Televisión Española para narrar un partido de fútbol con un acervo de cien palabras de las que la mayoría eran tacos.
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