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Tribuna
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Gracias

Le agradezco a Almunia que no haya querido quitarme la ilusión en la transición. De otra manera habría ido mi vida si no me hubieran liquidado la ilusión en los Reyes Magos tan tempranamente y obligado a un solidario silencio para que los niños de mi entorno continuaran creyendo en Melchor, Gaspar y Baltasar. Desde la democrática presunción de que la gente es idiota, los dirigentes han de cuidar sus revelaciones, y más en estos momentos en que buena parte de la ciudadanía está a punto de caer en la cuenta de que los GAL son los padres.Hay que colaborar con Almunia. No hay que decirle a la gente que el Estado franquista, nacido de un acto de terror, necesitó en su etapa terminal de lo mismo que en sus orígenes, la combinación del terrorismo de Estado controlado e incontrolado. No hay que decirle a la gente que los asesinatos de Vitoria, Montejurra, Yolanda, Arturo Ruiz, los laboralistas de Atocha, Santiago Brouard, Cubillo o el atentado de El Papus formaban parte de una estrategia de la disuasión para que la democracia entrara en vereda y marcháramos todos juntos, yo el primero, por la senda de la transición. Que la gente siga creyendo que la democracia la trajeron un rey bueno, cuatro generales milagrosamente reconvertidos, 7.000 abogados, algún viejo rojo de guinda, más los reunidos en torno a los platos de lentejas de Mónica Jiménez o del cogote de merluza de Casa Lucio. Que no se conozca el papel de las internacionales, ni del Departamento de Estado, ni del Pentágono, ni del Vaticano, ni de los incontrolados, ni de los banqueros, ni del pacto del capó para que la iniciativa del cambio continuara en manos de la nueva clase formada en los sesenta y setenta, concesión de la oligarquía y los aparatos de Estado franquistas para que no les tocaran ni un pelo, ni una peseta, y quedar como artistas invitados del safari de los GAL.

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