Futuro
JOSEP TORRENT "Lo mejor está por venir" aseguró el presidente de la Generalitat Eduardo Zaplana en una entrevista publicada por EL PAÍS el pasado domingo. Y el martes, ante la ejecutiva regional de su partido, amplió el significado del titular: "Por el pasado nos aplaudirán, pero no nos votarán. Tenemos que vender futuro". Y el futuro, de la mano del presidente y de su partido, es obviamente inmejorable. Cuestión distinta es intentar saber en qué consiste ese porvenir, traducirlo en proyectos, cuantificarlo presupuestariamente y ejecutarlo. El futuro es la nada y puede ser el todo. No compromete y tampoco obliga, el pasado en cambio está ahí con sus luces y sus sombras. Tres años después de que Joan Romero recibiera a Zaplana a las puertas del palacio de la Generalitat el saldo positivo (del negativo, mejor no hablar) queda como sigue: una de cierre de la autovía con Madrid, dos de Terra Mítica y tres de pacto lingüístico. A un proyecto por año, aunque el último, si concluye con bien, justifica de sobra toda una legislatura. Pero el cierre de una polémica estéril y absurda tampoco da tantos votos y al presidente le preocupan los sufragios, su resultado en escaños, la dependencia o no de otros para seguir gobernando, para que lo mejor que está por venir llegue a ser una realidad. O no, pero esta ya es una cuestión secundaria. Hablemos del futuro que ni siente ni respira y al que cualquier cosa le sienta bien. Del paro, por ejemplo: va a bajar, seguro. De la deuda pública: controlada, Olivas ya la ha refinanciado. Hablemos de la Ciudad de la Luz: se hará. Cómo, con qué dinero. Qué preguntas hace usted. Y porqué no hablar del AVE. No cuesta dinero y el proyecto es barato. Si Arias Salgado no fuera un bocazas, el futuro sería nuestro. Compremos futuro, invirtamos en futuro. No miremos al pasado que no vende nada y está por ver que dé votos. "Lo mejor está por venir". Lo dijo el presidente en este periódico y ante la ejecutiva regional de su partido, ¿por qué no creerle? Es barato, basta con tener fe. ¿O no?