"Madrid es un filón para escribir sobre los desheredados"
No siente ya el desarraigo de sus primeros años en Madrid, pero en el poemario que acaba de publicar (En el confín del nombre, Huerga & Fierro), hay un empeño por atrapar la vida desde "la oscura orilla de la identidad". La niña extremeña que a los 13 años envió sus versos a Jesús Delgado Valhondo, el poeta al que leía en el periódico Hoy, dando origen así a una insospechada correspondencia literaria, llegó a la capital en los setenta para estudiar Filología Hispánica y sintió por primera vez la angustia de ser anónima. "Me parecía que no tenía identidad, que me había disuelto entre la gente", cuenta Juana Vázquez. No era nadie, salvo para esa tertulia del Café Gijón que la acogió y en la que encontró a Javier Villán, a Julio Cienfuegos o a Francisco Umbral. Después de 25 años, transita por Madrid como dueña de diferentes territorios: el de su trabajo como catedrática de instituto, el de crítica literaria, y el más interior de la creación poética. Además de su tesis, un ensayo sobre El costumbrismo del siglo XVIII, ha publicado El Madrid de Carlos III.Pregunta. Parte de su poesía gira en torno a la pérdida de la identidad. ¿La identidad nos la dan o nos la ganamos?
Respuesta. El hombre nace en un lugar, en una familia, y pesa mucho. Pero luego tú le das una orientación a eso, te la ganas. Yo no creo en el destino. Nada se nos ha dado.
P. Somos seres inconclusos, recuerda en otro poema. ¿Por eso soportaba tan mal sentirse anómina en Madrid?
R. Es que yo no estaba acostumbrada a sentirme así porque en mi tierra todos nos conocíamos, sabían quiénes eran mis abuelos, quién era yo. El salto de Extremadura a Madrid me produjo desasosiego. Fue una época de crisis, también con la escritura: estudiaba Filología y de tanto analizar las palabras, perdieron su sentido mágico. Me bloqueé, aunque luego he vuelto a escribir.
P. ¿Puede un poeta sobrevivir en Madrid? ¿Le suministra materia para hacer oír su voz o la apaga con tanto ruido?
R. Ahora estoy escribiendo sobre los desheredados, y Madrid es un filón. Los poemas que acabo de publicar, en cambio, recogen mi primera etapa madrileña y están centrados en la angustia de vivir, eso que se denomina el existencialismo.
P. Perdemos las batallas, dice en otro de sus versos. Pero da la impresión de que usted cae, y luego remonta.
R. Porque soy muy vital. No renacemos cada día, como las plantas. Pero sabernos imperfectos no es contradictorio con querer alcanzar las cumbres literarias, o la idea de belleza o de paz.
P. ¿Acabará sus días aquí o volverá a su pueblo?
R. Aunque Madrid me mate, mis días profesionales acabarán en Madrid. Otra cosa es que vayas perdiendo facultades. Madrid es muy duro para un anciano. Cuando me sienta mal acabaré en mi pueblo. O en otro, nunca se sabe.
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