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Óxido en el juzgado

ROSA SOLBES Al Juzgado de Instrucción número 1 de Paterna se accede a través de una pesada puerta de hierro, pintada en gris rata sucia. Aun en su fealdad, hasta podría pasar desapercibida en el entorno si no fuera por el chirrido que, al abrirse y cerrarse, escampa por todo el barrio. Dentro hay un largo pasillo y unas vulgares oficinas que no han pasado por el decorador de interiores, pero sí por el instalador informático. En ellas trabaja un personal relativamente joven y probablemente eficaz. Les cuento todo esto porque el otro día hice allí una larga guardia mientras declaraba el "churrero" de Burjassot por tratar de degollar a su mujer, espera que estuvo amenizada por el incesante y ensordecedor maullido de la puerta. Nadie movió un dedo para enmudecerlo. En el tablón de anuncios, varios recortes de periódicos y comunicados sindicales denunciaban cómo muchos edificios judiciales están fuera de ley y en estado ruinoso. También que no se invierte en formación, que no se sustituyen las bajas, y otros agravios laborales que se contraponían a esos magnos proyectos llamados Ciudad de la Justicia o similares. La prensa del día, por su parte, y recogiendo los reproches de la parte contraria, nos contaba la preocupación de las altas instancias porque en los juzgados no se cumplen los horarios: cada año se pierden algo así como 50.000 horas, con la de trámites que se podrían agilizar. El Poder Judicial propone medidas y el subsecretario de Justicia de la Generalitat remite a los secretarios comunicación y cuestionario. En otra página, seguía el rifirrafe entre Borrell y Aznar a cuenta del pacto por la reforma de la Justicia. En la siguiente sección, junto a agresiones y crímenes variados con esposas víctimas, la constatación de que el parricida de Alicante había sido condenado a 5.000 pesetas. Y en otra, que el director de la prisión dice que Mario Conde debería salir a la calle mientras a dos inmigrantes les ha caído un año por hurtar una batería con la que se alumbraban en la chabola. Aún más: creo recordar que también se decía algo sobre un tribunal que, después de imponer una pena que a ellos mismos les parece excesiva, van y piden para el pobre reo "medidas de gracia". Con estas amenidades nos entreteníamos en Paterna mientras la puerta rechinaba sin cesar. Ninguno de quienes podrían sentirse molestos (capítulo salud laboral) aparentaba darse cuenta. O bien habían decidido no pestañear puesto que el manejo del lubricante no se contempla entre sus funciones. Ruego me perdonen por volver sobre el asunto de la Justicia, con este calor, pero es que el lastimoso y repetitivo quejido de los goznes oxidados se me ha aparecido después en forma de parábola. Porque varios cientos de crujidos más tarde, el presunto acuchillador salió camino de Picassent. Recordarán que en las películas carcelarias hay una banda sonora recurrente, que es el infernal chasquido de la reja al cerrarse tras el condenado. O en las mazmorras del Oeste, el martilleo con el que de noche se erige la horca, la nada sorda que se abre bajo los pies al probar la trampilla... Pero puestos a pasar miedo, tampoco debe ser moco de pavo comparecer en un juzgado cuyas bisagras suenan a castillo del Conde Drácula.

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