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Galleta

DE PASADAA nuestro antepasado común -el suyo, el mío- lo apodan Galleta; no Fulano, El Galletas, sino Galleta, sin más. Si nos ceñimos a la ley no escrita que regula la herencia de los motes, todos pertenecemos a la dilatada progenie del Galleta El cronista sabía que la rondaba un abuelo remoto, un abuelo de ida y vuelta, que un año surgía en el horizonte de la prehistoria como un padre secular pero al otro se desvanecía como una columna de humo o un vaho fantasmal. Tener un pariente con una existencia tan incierta trae consigo graves inconvenientes, pero ahora que conocemos que se trata de Galleta es aún más preocupante, pues si no somos Galleta qué somos en realidad, cuál es nuestro nombre de origen. ¿Somos realmente polvo como dice la Iglesia? ¿Provenimos del polvo, de un polvo, de harina de otro costal? Ahora bien, si yo hubiera sabido que el pariente rondador le apodan Galleta por fastidiar nunca le hubiera llamado por el sobrenombre. Otros, sin embargo, más deslenguados, le han motejado Galleta sin ninguna consideración a su rango y, por lo que se ve, con una insistencia malévola. El paleontólogo Josep Gibert afeó en público a quienes insisten en nombrar de este modo a su incierto abuelo. "No lo llamen Galleta. Respétenlo, es su antepasado", espetó el científico a los periodistas mientras señalaba con la mano a un trozo de materia de color tostado brillante, del tamaño de una cajetilla de tabaco pero de forma redondeada y de bordes irregulares. ¡Así que aquello era nuestra abuelo, el mal llamado Galleta! El cronista sólo había visto el hueso atribuido al homínido de Orce en fotografía. El fragmento óseo, según Gibert y en contra de buena parte de la comunidad científica, era el resto reverencial del protohombre más antiguo de Eurasia. En efecto, al cronista el trozo de su abuelo le pareció una galleta, dicho sea con perdón, incluso un bizcocho petrificado y hecho al descuido, sin demasiados miramientos. Pero sobre todo le llamó la atención el aspecto pulido, incluso acaramelado de un fósil tan antiguo. El cronista, que ha atendido durante años la polémica, tiene dudas de que el hueso sea humano y pero aun así no le parece apropiado tampoco el apodo para la jerga del arriero: "¡Arre Galleta!".

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