_
_
_
_

Un tribunal de apelaciones aplaza el testimonio de los escoltas de Clinton

Un inmenso y oscuro vehículo de vidrios ahumados llevó ayer de ida y vuelta a nueve agentes del Servicio Secreto desde la Casa Blanca a la no lejana sede del Tribunal Federal de Washington, donde desde el pasado enero se reúne el gran jurado del caso Lewinsky. Como en las viejas películas de Hollywood, los agentes se salvaron en el último minuto de prestar testimonio sobre la vida privada de su jefe, el presidente Bill Clinton. Un tribunal de apelaciones de EE UU decidió aplazar su declaración.

Pocos episodios del caso han tenido el dramatismo del ocurrido ayer. A las nueve de la mañana, a bordo de uno de sus clásicos vehículos de transporte, Larry Cockell, el jefe del equipo de seguridad de Clinton, y otros ocho agentes del Servicio Secreto llegaron al edificio donde se reúne el gran jurado del caso Lewinsky, en la esquina de las avenidas Constitution y Pennsylvania. Tenían que responder bajo juramento a las preguntas del fiscal independiente Kenneth Starr sobre lo que vieron y oyeron respecto a las relaciones entre Clinton y Lewinsky.Starr les había mandado citaciones después de una batalla legal de meses, en la que dos instancias judiciales -un trío de magistrados y una juez- habían dado la razón al fiscal independiente. Esas instancias habían rechazado el argumento de la Casa Blanca de que la seguridad, e incluso la vida de este presidente y sus sucesores, pueden verse en peligro si se instaura el principio de que el trabajo de los agentes del Servicio Secreto no está protegido por la máxima confidencialidad.

Así que Cockell, el primer negro que dirige la seguridad del presidente y un hombre que daría su vida por salvar la de su jefe, y sus compañeros no tuvieron más remedio que presentarse por la mañana en el edificio donde se reúne el gran jurado del caso. Pero la Casa Blanca no daba la batalla por perdida y en esos mismos momentos la fiscal general, Janet Reno, presentaba un recurso de extrema urgencia ante un tribunal superior.

Éste resolvió con rapidez y ordenó el aplazamiento de la declaración de los agentes hasta que el Supremo no resuelva definitivamente la cuestión de fondo: si tienen o no derecho a negarse a declarar como testigos de las actividades del presidente. A las 10.45 horas, Cockell y sus compañeros abandonaron el tribunal de Washington y regresaron a la Casa Blanca. No habían abierto el pico.

"Si triunfa la tesis de Starr, peligrará la vida de los presidentes", dijo ayer Janet Reno. Según Reno, los presidentes se negarían en el futuro a ser acompañados permanentemente por el Servicio Secreto si sus agentes pueden ser citados como testigos de sus actos. Starr replicó que la obligación de proteger al titular de la Casa Blanca no implica que los agentes tengan que ser mudos y ciegos en el caso de que éste cometa delitos.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_