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Apuñalado el segundo recluso en nueve días en la cárcel de Picassent

Los cacheos y registros, que se han intensificado en la última semana en la cárcel de Picassent, no han logrado requisar todas las armas blancas que proliferan entre los presos ni acabar con las reyertas. El pasado jueves Juan Carlos Sierra Alcántara se convirtió en el segundo preso apuñalado por otro interno en nueve días. En esta ocasión los navajazos no afectaron a ningún órgano vital y el recluso salió poco después del hospital Clínico. Un vigilante precisa que la agresión se produjo a mediodía en el módulo 2 del recinto de Cumplimiento. Sierra, según su relato, estaba en la sala de estar contigua al patio, donde está situada la máquina de cafés. Entonces se le acercó otro recluso que le asestó dos puñaladas en el tórax con un pincho carcelero. La herida más grave, de cuatro centímetros de profundidad, la recibió en el pecho pero no afectó a ningún órgano vital. El supuesto agresor, identificado como J. V. y aislado de forma provisional, ocultó el pincho, de fabricación casera, en el invernadero del módulo 2. Pero los vigilantes encontraron el arma poco después, mientras registraban el recinto. No corrió tanta suerte Francisco Castro Fernández, un recluso de 24 años que falleció el pasado 30 de junio en el módulo 3 de Cumplimiento tras ser acuchillado en el costado izquierdo por otro interno. La víctima, que cumplía una condena de ocho años por una serie de robos, ingresó cadáver en la enfermería de la prisión. En esa ocasión el supuesto homicida, R. C., utilizó la hoja de unas tijeras. Hasta el momento se han contabilizado dos muertes violentas en la cárcel de Picassent. El primer asesinato también se produjo a puñaladas en 1996, en el módulo 2 de Cumplimiento, el mismo en el que ha ocurrido la última reyerta. La Agrupación del Cuerpo de Ayudantes de Instituciones Penitenciarias (Acaip) afirma que en los módulos 2 y 3 de Cumplimiento están "los reclusos más peligrosos" y son el escenario más habitual de los altercados entre internos. "A pesar de todo", lamenta Acaip, "estos módulos carecen de medidas de seguridad mínimas como detectores de metales y alambradas antisaltos, lo que facilitó el intento de fuga de Moreno Líndez y Luque Tamajón en enero". La orden de aumentar los registros, dictada tras el último asesinato, no acabará, a su entender, con la proliferación de armas blancas: "Seguimos siendo dos vigilantes para controlar a 140 presos en un módulo". Los responsables del centro alegan que en los últimos dos meses han realizado 2.500 cacheos y 1.850 registros de instalaciones.

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