Inolvidable
DE PASADAFRANCISCO CORREAL Al periodista americano Mike Gallagher lo despidieron del The Cincinatti Enquirer porque obtuvo por un procedimiento nada ortodoxo información sobre la empresa Chiquita, una multinacional de la banana cuyo nombre es muy familiar entre los freseros de Lepe. El periodista ruso Solomon Veniaminovich Shereshvenski tenía una memoria tan prodigiosa que quedó atrapado en la tela de araña de su incapacidad para olvidar y necesitó de tratamiento psiquiátrico. El drama de este reportero, una mina para las escuelas del periodismo de investigación, es el detonante argumental del último trabajo teatral de Peter Brook, Yo soy un fenómeno. Si Gallaguer tuviera la memoria de Shereshvenski no hubiera tenido que franquear los imperativos legales para conseguir la exclusiva bananera que le costó el empleo. El informador local también se ve acosado por la avalancha memorística de un universo informativo que cabalga todos los días. El tiempo vuela. Cuando hace 15 años María Rodríguez, Castelar para sus detractores, se estrenó como concejala socialista, su hija tenía 10 años. La niña acaba de sacar el número uno en unas oposiciones al Ayuntamiento. En una legislatura municipal, los dos primeros años son para el olvido, los dos siguientes para la memoria. "A este paso, en el Ayuntamiento de Sevilla vamos a padecer un mandato de Alejandro y cien años de Soledad". Macondo en plaza Nueva. Sevilla 99 es un Mundial de atletismo precedido de una carrera electoral. El olvido del gobierno es la memoria de la oposición. Hay una alacena tapiada, como en la novela de Castilla del Pino, en la que guardan las dagas de campaña, un husillo de aguas turbias. José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán tiene un hermano que es alcalde de Cazalla de la Sierra, y es bisnieto de don Pedro Rodríguez de la Borbolla y Amoscótegui de Saavedra, que fue alcalde de Sevilla en 1918 después de ser dos veces ministro. "El maratón de Sevilla pasará por la avenida de la Borbolla", anunció en Casa Robles Alfredo Sánchez Monteseirín. La calle del bisabuelo. El derrotado se mira al espejo. Yo soy un fenómeno. Decía Oscar Wilde que el odio del siglo XIX al realismo era la rabia de Calibán por ver su cara en el espejo; y el odio al romanticismo, la rabia por no verla. Cara y cruz de Narciso. La memoria lo condenó al olvido. Le queda ser hermano mayor del Calvario: se convalida con tres años de oposición municipal.
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