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Txakurras

Sin duda la ocurrencia propagandística más sucia y más innoble de todas las campañas electorales habidas hasta hoy fue aquella de sacar en un vídeo la cabeza de un dóberman con las fauces abiertas, aprovechándose, por lo demás, de la más barata y menos imaginativa estampa de un repertorio de almoneda. Con ello, los muñidores del PSOE no se dieron cuenta de que tampoco respecto de la propia España eran, por cierto, nada originales, ya que "txakurra" ("perro") es, por lo visto, el ladrido más frecuente que sale de las bocas de los perros vascos amigos de la ETA para insultar a los policías o a los paisanos que den muestra de estar en contra de ella. Aunque, a su vez, ni siquiera los txakurras vascos han recurrido a ningún ladrido verdaderamente autóctono y vernáculo, sino que no han hecho más que rehabilitar, traduciéndola al euzko-txakurra, una fórmula de injuria que pertenece a una de las más nobles y acrisoladas tradiciones castellanas: "perro judío", "perro moro" y hasta "perro yndio", ladrido dedicado, en este último caso, a unas gentes que ellos mismos se complacían en aperrear, o sea en hacer destrozar literalmente entre las fauces de sus alanos y lebreles. Pero la infecta educación que el aparato electoral del PSOE difundió con su ejemplo entre sus bases y simpatizantes ha conseguido un éxito notable, ya que, en efecto, la figura del dóberman ha vuelto a aparecer en carteles impresos a todo color (y ¿pagados por quién? -me pregunto- ¿por el aparato de Almunia o de su propio bolsillo por los mismos procesados?) con ocasión de la comparecencia, en calidad de testigo, del actual vicepresidente del gobierno ante las puertas del Tribunal Supremo. Con todo, hay que saber entender estos "mensajes": no se trata tanto de llamar "dóberman-txakurra" a Álvarez Cascos -aunque tal vez, ya que viene a mano, ¡pues también!-, o sea de decir: "Álvarez Cascos pertenece a la especie de los cánidos", sino, por muy extraño y retorcido que pueda parecer, a tal extremo de indigencia y casi afasia expresiva ha llegado la elementalidad pasional de la jerga política que lo que semejante cartel quiere, en verdad, decir, aunque parezca un criptograma, es: "¡Barrionuevo y Vera son inocentes, porque son de los nuestros!". A estos extremos de auténtica destrucción de la palabra acaba conduciendo el gratuito, indigno e indeseable principio de solidaridad y de adhesión incondicional con los "compañeros de partido". Pero, tal vez porque nunca haya garantías de lo que puede hacer un perro adiestrado, más allá de su instinto, por la perversidad humana, esta reaparición del dóberman ante las puertas del Tribunal Supremo lo que ha logrado es que el bicho se revuelva contra su propio amo y criador, de tal manera que la intención originaria de representar e insultar al adversario se ha invertido por completo, pasando a convertirse en infamante símbolo del PSOE. A veces, lo que son las cosas, la rápida sucesión, en principio fortuita, de unos hechos parece como urdida por un mal demonio: no habían pasado ni 3 días de la mencionada exhibición del dóberman del PSOE, cuando he aquí que los euzko-txakurras destrozan entre sus fauces al concejal de Rentería, Manuel Zamarreño. Por alguna razón, sin duda injusta, hay muertes de desconocidos cuya noticia nos alcanza con mayor intensidad que la de otros; tal ha sido el caso, al menos para mí, del concejal Zamarreño, a semejanza de algunos otros anteriores. Si los alanos y lebreles de los castellanos en América -según se cuenta- se sentían algunas veces inhibidos ante ciertas actitudes de los yndios y no podían ejercer contra ellos su ferocidad, los actuales euzko-txakurras parecen adiestrados para no dejarse inhibir ni ante cualidades humanas de carácter general como la valentía y el sentido del honor, sino que, por el contrario -a juzgar por el caso de Zamarreño-, se diría que el amaestramiento recibido tiene previsto que tales cualidades los provoquen como insultos personales y los enfurezcan todavía más. Y en fin, no habrían pasado acaso ni 24 horas desde el aperreamiento a base de amosal de Manuel Zamarreño, para que justamente Barrionuevo, el principal de los tan maldiestramente defendidos, 4 días antes, por sus incondicionales de "base" mediante la exhibición del dóberman simbólico del PSOE, se atreviese a capitalizar el nombre del asesinado como un valor rentable para sus propios intereses judiciales puestos en apuros ante el Tribunal Supremo, haciendo "operativo" el apellido "Zamarreño" a efectos de convencer al general Rodríguez Galindo a que pague la fianza y salga de la cárcel, según la conveniencia de los propios procesados. Y, a este respecto, tal vez Rosa Aguilar se haya quedado corta al aplicar, ante tal operación, la calificación de "miserable", que es todavía una palabra humana. Y no es que yo le reproche mantenerse en esos términos de comedimiento, porque, de lo contrario, no sé adónde iríamos todos a parar; sólo quiero decir que tampoco habría osado afearle el que se hubiese dejado llevar hasta ladrar "Txakurra".

Rafael Sánchez Ferlosio es escritor.

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