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Joyas sobre ruedas

Comienza en Amsterdam una muestra itinerante para elegir el coche del siglo XX

A fines del siglo pasado el conde Albert de Dion y su compañero de correrías Georges Bouton diseñaron en Francia un precioso cuadriciclo, una especie de tándem de cuatro ruedas que se iba a convertir en el primer coche fabricado en serie. El motor, de tan sólo un cilindro, no lograba superar los 30 kilómetros por hora, y con sus 2,75 caballos de potencia tenía a veces dificultades para subir las cuestas, así que sus inventores decidieron mantenerle los pedales para que, si las cosas se ponían duras, el conductor pusiera también algo de su parte.Fue uno de los primeros coches y es una de las mayores joyas de la exposición El coche del siglo, recién inaugurada en Amsterdam, que exhibe los 100 mejores vehículos de la historia del automovilismo. Desde el primer Cadillac de encendido electrónico -del que sólo queda un ejemplar en buen estado en todo el mundo- hasta los más modernos, como el Audi 8, pasando por el incombustible Renault 5 y los legendarios Bugatti. Es la última fase de un largo proceso que culminará el 4 de diciembre de 1999 en Las Vegas, cuando, en un espectáculo al más puro estilo norteamericano, emitido en directo a todo el mundo, se anuncie cuál ha sido designado el mejor coche de los últimos 100 años.

El Coche del Siglo no debe ser el más bonito, el más llamativo o técnicamente el más sofisticado. "Tiene que ser el más significativo del siglo, el que haya supuesto, de una u otra manera, la aportación más importante", explica Klaas Lameijer, presidente del comité que ha organizado el evento.

Los candidatos, que por primera vez se pueden contemplar en Holanda, han sido nominados por un jurado profesional, compuesto por periodistas especializados de más de una treintena de países. Ahora es el momento de que elija el pueblo llano y todos los asistentes a la exposición, que hasta el día D viajará por varios países, entre ellos España, tienen la posibilidad de emitir su voto. También a través de Internet pueden votar los visitantes virtuales. Para Jan van Beek, que deambula entre los coches, no hay lugar a dudas. El General Purpose, más conocido como jeep (como suenan las iniciales de las dos palabras en inglés), es su preferido. Le ha cautivado esa historia de que durante la Segunda Guerra Mundial los aliados lograron derrotar a los alemanes en parte gracias al increíble diseño de los todoterreno, cuyas partes principales podían desmontarse y ser trasladadas a la espalda por dos hombres. Con completa seguridad, Van Beek no va a dar su voto al popularísimo escarabajo, a pesar de que reconoce la belleza del diseño realizado por Ferdinand Porsche y de que sabe que es el coche más vendido de la historia. Tan sólo la idea de que fuera concebido por Hitler y de que se convirtiera en un símbolo de la represión nazi le pone los pelos de punta, y la fotografía de la exposición en la que tras el vehículo se ve a Hitler con la cruz esvástica le sirve de revulsivo recordatorio.

Encontrar los coches y lograr que sus propietarios los cedieran o alquilaran para la exposición no ha sido tarea fácil. En algunas ocasiones, por obstáculos imprevisibles, como en el caso del AC Cobra. Con una carrocería al más puro estilo deportivo británico y un motor estadounidense que lograba alcanzar los 280 kilómetros a la hora, no pudo convertirse en el coche de carreras perfecto para lo que había sido diseñado, pero se convirtió en símbolo de estatus y se empezó a poner de moda en 1967, cuando dejó de ser fabricado. La cantidad de réplicas que a partir de ese momento se realizaron ha dificultado en gran manera la tarea de encontrar uno auténtico, en muchos casos porque el mismo dueño pensaba que tenía una joya que luego resultó ser falsificada. En otras ocasiones, como para hacerse con el Tucker 48 Sedane, los organizadores tuvieron que tirar de chequera bien abultada.

Pero si en el curso de este siglo más de 4.000 marcas han puesto en las carreteras cerca de 10.000 modelos de coches, posiblemente ninguno tuvo tanto impacto social como el legendario T-Ford, con el que Henri Ford irrumpió en el mercado en 1908 con un nuevo concepto. Si hasta entonces el tener un coche era un privilegio, Ford logró convertirlo en un lujo accesible a un público más amplio.

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