Exaltación del "calcio"
Los jugadores más importantes de la selección francesa se han hecho hombres en Italia
Francia es una Italia con genio. Italia, una Francia con ingenio. Ambos equipos se enfrentarán en cuartos el próximo viernes. El choque de París será la gran exaltación de las dos caras del calcio. El camino lo abrió Michel Platini en los años 80. El gran jugador francés hizo grande al Juventus y se hizo más grande a sí mismo. Salió de un fútbol provinciano y de juego de salón (ah, la clase francesa) para lanzarse al infierno de la táctica sobre todas las cosas. Su juego ganó en rigor. Se hizo un jugador de carácter. Un líder. Del actual equipo titular de Aimé Jacquet, cinco jugadores, los más importantes, juegan en la Liga italiana, y otros dos suplentes, también. La transfusión, como en el caso de Platini, ha enriquecido a los jugadores, a la selección francesa y a los clubes italianos. Ha empobrecido, en cambio, a la squadra azzurra.Si al equipo de Maldini se le reprocha una cierta falta de personalidad en el centro del campo (el motor se llama Di Biagio, una gran presencia física que no para de correr arriba y abajo; nada que ver con el Conti de España82, por no hablar de Antognoni), a Francia se le puede tener envidia por su riqueza en la zona. Tiene a Zidane, Deschamps y Djorkaeff. Los tres juegan en Italia. Los dos primeros en el Juventus. Zidane, un blando amanerado cuando estaba en el Girondins, se ha hecho hombre desafiando y desentrañando las veleidades tácticas de la Serie A, liderando a su equipo en la Liga de Campeones. Ha recordado a los italianos lo que es el genio sin dejar de ser exquisitamente francés. Deschamps, el hombre de cierre en el centro se ha hecho italiano puro. Ha aprendido a manejar el tempo de los partidos, a cerrar filas, a manejar la zona, a manejarse como nadie. Ese valor añadido ha dado una solidez inusitada al centro del campo de los de Jacquet. Y Djorkaeff, como Zidane, pero en el Inter, pero quizás un poco más italianizado, quizás deslumbrado por el valor que se da al otro lado de los Alpes al estilo Baggio, al estilo Del Piero, al valor del gol para un centrocampista en media punta. Allí han inventado el nueve y medio. Así es Djorkaeff.
La defensa francesa también es italiana. Desailly, reconvertido en central, se ha convertido en la gran sorpresa del Mundial en el puesto de central. Tantos años en el Milan como centrocampista escoba han tenido la culpa. El lateral derecho, Thuram (Parma), antes un simple tipo duro, sabe ahora intercalarse en el centro, y subir basándose en apoyos hasta el extremo, y manejarse ante dos y todo eso. Y el líbero Blanc, de regreso en el Olímpico de Marsella, aprendió su oficio en el Nápoles.
Lo único inequívocamente francés del equipo que ha unido a toda Francia detrás de ellos es su delantera y su portero. Y quizás por eso al dúo de moda Henry-Trezeguet lo único que se le reprocha es que está un poco crudo. Aunque se han curtido con la aventura monegasca en la Liga de Campeones, necesitan un par de vueltas todavía. ¿Y qué mejor sitio, qué mayor desafío para sus aptitudes que unas cuantas temporadas en el calcio intentando destripar, sin espacios para moverse, cerrojos asfixiantes? El viernes tendrán su primera oportunidad de probarse ante Cannavaro, Costacurta, Bergomi y compañía. De arriba abajo, pasando por el centro, será la gran exaltación del calcio.
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