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FRANCIA 98

El síntoma es Sampaio

Brasil gana con comodidad a Chile, pero su juego provoca decepción

Santiago Segurola

Como no hay respeto por la historia, Brasil depende de las faltas, los rechaces y los goles de César Sampaio. Todo un síntoma. Sampaio, medio matraca de toda la vida, se ganó las alubias con dos goles que pusieron la proa al partido. Algo no funciona cuando el héroe del partido es el futbolista menos brasileño del mundo, cuando los goles se producen en tiros de falta y cuando nadie es capaz de dar dos pases.Aquí hay un problema o una estafa. Brasil promete una cosa que no cumple. Está más dispuesto a publicitarse que a jugar al fútbol, porque los partidos que quiere la gente los disputa en el descanso, en el célebre anuncio del aeropuerto, donde se ven taconazos, caños, sombreros, alegría y todo lo que representa la vieja identidad de esta selección. No se puede entregar todo al mercado y negárselo al público. Es una falta de honestidad. Poco importa la sencillísima victoria frente a Chile si a cambio se vende mercancía averiada, la clase de juego especulador y mediocre que nunca se espera de un equipo brasileño.

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Triunfos que no convencen

Si César Sampaio es un síntoma, Junior Baiano es una provocación. Por razones desconocidas, reventó todos los balones de los que dispuso. En cada metrallazo había una negación con la historia, con un estilo que a todos nos hizo brasileños. ¿Por qué esta traición? ¿En nombre de qué? A Brasil no le hace falta jugar mal para ganar. Esa cultura puede estar firmemente instalada en Italia, pero el fútbol brasileño siempre ha representado lo contrario. Y con esas señas de identidad ha conquistado cuatro Mundiales y ha dejado un reguero de jugadores inolvidables. En este plan no recordaremos ni a Ronaldo, espectador pasivo -y así y todo marcó dos goles y lanzó dos remates contra los palos- de un despropósito que causó malestar en los aficionados brasileños. Como no podían abuchear a un equipo que muy pronto marcó dos goles, tiraron por la tangente, que en este caso es Denilson. Pidieron su ingreso durante todo el primer tiempo, cansados del pedregoso partido de su equipo.

Sobre César Sampaio, autor de los dos primeros goles, hay que decir que sólo atraviesa el medio campo para rematar algún córner o falta. Es un medio de acompañamiento que protege a Dunga para que no se le vean los años. A Sampaio le discute todo el mundo y con razón. Juega en la Liga japonesa y nadie le echa de menos en su país, pero ha marcado tres goles y ya es alguien en su selección. Quién lo diría.

A Brasil le ayudó la asombrosa ingenuidad de los chilenos, que amagaron un poco al principio y se deshicieron con los goles. El partido les salió cruzado, demasiado esquivo para un equipo que necesita del entusiasmo en proporciones exageradas. Por cada gol sus jugadores disminuían de manera perceptible. El caso más evidente fue el de Sierra, un zurdito con maneras que desapareció con las primeras malas noticias. El papel de Zamorano y Salas también fue limitado. Su equipo no encontró la manera de conectar con ellos y fue una pena porque Salas apuntó cosas interesantes en varios enganches, paredes y salidas rápidas. La falta de armonía de Brasil fue desesperante en el primer tiempo, cuando había partido. Contra lo que puede esperarse de ellos, su principal enemigo es el balón, o por lo menos la forma de construir el edificio del juego. Sampaio es un guardaespaldas, Rivaldo es un espíritu libre que se desconecta permanentemente de la elaboración colectiva y Leonardo es un lateral izquierdo que juega de extremo derecho. Así no hay manera. Otra cuestión es la capacidad de algunos jugadores para ganar partidos.

Roberto Carlos se salió del apagado perfil de su equipo para protagonizar media docena de llegadas, muy agradecidas por la hinchada que no paró hasta que Zagalo metió a Denilson. Era la forma de decir al veterano entrenador que así no, que Brasil es otra cosa y que con la historia no se juega.

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