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Perejaume dedica un libro a los croquis topográficos de Verdaguer

Perejaume, artista inclasificable, cuenta en su último libro, Oisme (Proa), una fábula sobre aquellos que bautizaron el Pla de Busa, en los pre-Pirineos leridanos, cuando ni los valles ni los picos de aquellas montañas tenían todavía nombre. Fue un proceso laborioso en el que intentaron no tanto describir la magnificencia de los parajes como reflejar casi sonoramente todo aquello. Ahora, Perejaume ha inventado un método, el oísmo, a partir de sus reflexiones sobre los croquis topográficos que el poeta Jacint Verdaguer realizó de sus paseos por el Pirineo y que le sirvieron después para escribir su famoso poema Canigó.

"El oísmo es un método que parte de considerar que la realidad ya tiene en sí misma el enorme espectáculo de la escritura", afirma Perejaume. "Se trata de intentar captar cuál es la técnica de la realidad, la manera en que se autoexpresa, sus mecanismos". En una escritura casi más poética que narrativa, repleta de imágenes, Perejaume desgrana en su libro diferentes ejemplos y maneras de conseguir hallar esta escritura secreta de la realidad que puede encontrarse en las sinuosas formas de un arbusto o en el murmullo de una fuente. "Abarca desde aquellos registros más románticos, de discursos revelados que hablan casi de una voz que dicta los nombres, a los de corte más científico relacionados, por ejemplo, con esta multitud de voces que de hecho pueblan el aire a través de los teléfonos móviles y otras tecnologías modernas", afirma. "En el libro explico dos tipos de practicantes del oísmo. Uno estaría ejemplificado en Verdaguer, que recorría las montañas realizando un croquis en el que apuntaba los nombres con que en cada lugar se denominaba los lugares, y en Joan Coromines. Son maneras que consideran la lengua como algo encontrado, casi como un objeto hallado de Duchamp, y que además tienen en común que son dos caminantes que entienden la escritura como un hilo, como una manera de ordenar la madeja de la realidad. Después hay otros practicantes del oísmo que me los invento, que están relacionados con otras maneras de entender la lengua en relación con la realidad. Serían estos excursionistas del Pla de Busa. Perejaume se queja de que hoy muchos escritores utilicen la lengua como si fueran topógrafos. "Escriben como si la lengua fuera una carretera asfaltada sobre la realidad del lenguaje", afirma. "Priman más las funciones comunicativas que las expresivas y en mi libro esto está al revés. Intento generar un lenguaje y perderme en este recorrido. En el fondo, el libro es como ejercicios de voz de un pintor. Intento captar aquellos sentidos que ni la escritura ni la pintura pueden contar". Sobre el origen del libro, los croquis de Verdaguer, Perejaume explica que supo de ellos a través del libro de Garulera Excursions i viatges. Cuando los localizó, en la Biblioteca de Cataluña, quedó impresionado y decidió que era allí, y no en la pintura a plein air en donde estaba el inicio del paisajismo catalán. Verdaguer los realizó entre los años 1882 y 1883 con una finalidad puramente práctica, para orientarse y recordar después los nombres de los parajes. No es la primera vez que Perejaume reflexiona sobre el paisajismo y Verdaguer. Ya lo hizo, por ejemplo, en El Pirineu de baix (Polígrafa), libro de reciente publicación que recoge artículos y trabajos relacionados con la exposición que realizó en 1993 en homenaje a Miró en Mont-roig. El artista presentará una pequeña demostración práctica del método del oísmo los días 8 y 9 de julio en el Espai Brossa, y entre sus proyectos figura también una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, prevista inicialmente para 1998. "Aún está todo muy verde, aunque no quisiera que fuera una retrospectiva, sino una muestra de lo que me interesa ahora", afirma. Asegura Perejaume que confía en que todo funcione bien en la próxima etapa del museo, "aunque hay garantías y esperanzas porque el trabajo que ha hecho Manuel Borja-Villel en la Fundación Tàpies ha estado muy bien".

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