_
_
_
_
Reportaje:

Bajo el brillo del titanio

Carolina Herrera y Paco Rabanne presentan su moda en el Museo Guggenheim junto a un grupo de diseñadores vascos

Un poco de América y otro poco de Europa, como aspira a ser el mismo Museo Guggenheim de Bilbao. Por parte americana, la diseñadora venezolano-neoyorquina Carolina Herrera y, por parte europea, el modista francés de origen español Paco Rabanne formaron ayer el doble eje de un desfile de modelos organizado en el Guggenheim para promocionar a los creadores vascos. Entre las sinuosas formas del edificio diseñado por Frank Gehry, flanqueado por amplias ventanas a través de las que se colaba la luz de la noche, los dos grandes nombres de la moda internacional presentaron ayer sus colecciones para la próxima temporada de otoño-invierno. Por vez primera, la estética del museo, una imagen inconfundible con sus volúmenes irregulares cubiertos por miles de placas de titanio y amplias cristaleras, sirvió de conexión entre el arte y la moda.«El Guggenheim ha inspirado mi última colección», aseguraba Carolina Herrera. En el caso de Rabanne, la relación es tan evidente -los tejidos metálicos han sido signo de identidad de sus colecciones desde hace décadas- que no hacía falta explicación. Sus propósitos en el campo de la moda, asegura el modista, coinciden con el espíritu de creación del Museo Guggenheim. «El arte se elabora hoy y se construye para mañana. Fiel a esta definición, la arquitectura alimenta mis colecciones desde sus propios principios», explicó Rabanne.

Carolina Herrera pidió información sobre el Guggenheim tan pronto como supo de la puesta en marcha del proyecto. Antes de ver el museo con sus propios ojos conoció la obra de Gehry por libros y revistas e inició «una investigación inspirada por el color del titanio». Fascinada por el cambio de color del metal según la hora del día o la época del año, se dispuso a trasladar sus impresiones a la ropa. El resultado se traduce en prendas grises, plateadas, del color del titanio, de líneas simples y cosidas en telas livianas. O en bordados de formas geométricas para los trajes de noche, que quieren ser una réplica de las cristaleras del Guggenheim, en los que se utiliza «el carácter juguetón», dice la diseñadora, del tul y la seda y el destello de las lentejuelas. Fue una explosión de fascinación que se llevó el cálido aplauso de los asistentes, entre los que estaban desde su colega la diseñadora Sybilla, la actriz Lucía Bosé o las dos consejeras del Gobierno vasco, la socialista Rosa Díez y la peneuvista Mari Carmen Garmendia.

Inspirarse en la arquitectura es una novedad en la forma de trabajar de Carolina Herrera. ¿Por qué lo ha hecho? «Porque, como dicen ustedes, es alucinante», explicaba con su acento caribeño. «Yo comparo el Guggenheim con la torre Eiffel: es la joya del siglo XX». Los trajes de Herrera y Rabanne fueron, en la práctica, los padrinos de la ropa elaborada por las firmas KZ (Krug-Zulueta), J+G (Juana Ruiz y Garbiñe Urdampilleta) y Mercedes de Miguel, que precedieron a los maestros en el desfile. La firma KZ opta por el punto y las líneas austeras. Su único guiño a la fantasía también juega con los metales: las prendas llevan hilos en oro y plata mate. J+G viste a la mujer con ropa sacada del armario masculino, a la que dan luz con tejidos tornasolados y, cómo no, metalizados. Los vestidos de fiesta de Mercedes de Miguel tampoco se escaparon a la fiebre del brillo metálico. Herrera no cree que utilizar su nombre para promocionar otras firmas suponga un demérito. «Me siento muy honrada por haber sido invitada, por participar junto a diseñadores de una creatividad enorme», aseguró.

Carolina Herrera paseó su porte de dama neoyorquina por Bilbao desde el fin de semana. Ayer por la mañana eligió para cubrir su cuerpo menudo un traje de la gama pastel, con la chaqueta verde muy claro y la falda arena. Sus piernas desnudas y su escote lucían un buen bronceado en la recepción que ofreció a los participantes el alcalde de Bilbao, el peneuvista Josu Ortuondo. «Dicen que no debemos reconocerlo, porque es muy perjudicial para la salud, pero sí, tomo el sol», dijo con la solemnidad de quien reconoce una terrible transgresión. Y aconsejó: «Hazme caso, yo jamás tomo el sol en la cara».

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_