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Para las primarias

VICENT FRANCH I FERRER Cuando se anunciaron las llamadas primarias en el PSOE (que el profesor Martínez Sospedra ha llamado con mejor propiedad "internas") no le di la importancia que poco después adquirieron por practicar la vieja y académica costumbre de no competir con quienes al día siguiente de la noticia se despeñan hacia todo tipo de especulaciones, dictaminan un poco de oídas y acaban por olvidar que predijeron blanco cuando ocurrió gris o firmaron negro cuando todo saltó en un festival de cromatismos. Aunque la predicción, o la fórmula mágica son los productos más preciados que el cliente busca entre los politólogos (sean think thanks o spin doctors), difícilmente desde la academia se puede emitir un veredicto de hoy para mañana cuando se trata de una auténtica novedad no sólo dentro de la organización partidaria que la promueve sino incluso en la cultura política del país. El primer efecto de la convocatoria a la militancia socialista para que se pronunciase por uno de los dos candidatos en liza fue crear un apasionante precedente que abría un proceso generalizado de competiciones a la nominación que, sin duda, obligarán en un futuro nada lejano a una reestructuración o refundación de los supuestos organizativos del PSOE y, quien sabe, si contaminarán a otras formaciones políticas llevándoles a diseñar procedimientos similares para la nominación directa de sus candidatos principales. Sin embargo, y a cuenta de las numerosas voces que habrían denunciado la falta de reglamentación para establecer la necesaria coordinación entre los finalmente nominados y los órganos de poder del partido en cada ámbito competitivo, la hipótesis ya ocurrida de que el nominado (Borrell) no coincidiese con el secretario general del ámbito (Almunia), puede volver a darse en los numerosos frentes abiertos y multiplicar el conflicto en dirección horizontal y vertical en el seno de la organización. Por otra parte, y en el caso valenciano, se advierte otra novedad: la presencia de más de dos candidatos, y el hecho de que sólo esté prevista una vuelta, puede conducir a la nominación de un candidato con algo más de un tercio de los votos válidos emitidos, e, incluso, con menos, en los casos en que sean más de tres los candidatos en liza. De un modo u otro, sólo la pericia de los militantes, el cálculo racional del coste que tiene la división del voto en un proceso tan intensamente vivido por la opinión pública, puede lograr candidatos con apoyo fuerte en la organización. Si en las primarias se dirime, además, la audiencia de los candidatos alineados con sectores y corrientes internas y el dato de la legitimación directa, la batalla por la porción puede hacer olvidar el carácter ejemplar de la designación y reducirse al cómputo de los apoyos de cada uno. Esa tentación dual, por último, incide en la apuesta por una legitimación de los candidatos que resiente a las legitimaciones congresuales, abriendo una fisura en el tipo de partido vigente hasta hoy y señalando o bien a una especie de partido-manager ante el cual los candidatos del mañana bastará con que cultiven su propia imagen entre los militantes, o bien a una domesticación del mecanismo de primarias endureciendo las condiciones para ser candidato. La proliferación de candidatos para un solo puesto a una sola vuelta y sus inciertas consecuencias apuntan a un repliegue de velas para después del carnaval.

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