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FRANCIA 98

Baggio salda cuentas

El gol ante Chile redime a la estrella de su pasado

Carlos Arribas

Esto es un western. El pistolero más rápido, en el apogeo de su arte, falla un disparo en el duelo decisivo. No muere, pero casi. Se le llamará mano lenta, nadie le dará la oportunidad de resarcirse. Cuatro años después, el pistolero está ya en el ocaso. A duras penas se ha ganado un hueco para el combate. Con suerte. La lesión de Del Piero, el héroe emergente, el nuevo pistolero más rápido, le ha supuesto una oportunidad, la última para satisfacer una cuenta pendiente. Baggio, Roberto Baggio, la buscó, la creó, la aprovechó. Salvó a Italia. Salvó su alma. Porque en el fondo, el duelo, el último duelo, era contra sí mismo.Todos los niños de Italia lloraron cuando su héroe de cola de caballo falló un penalti en el desempate de la final del Mundial ante Brasil. Baggio, el hombre de la fantasía, la personalidad más fuerte, el líder único, también lloró.

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Su carrera empezó a trazar una curva descendente. Sólo tenía 27 años. Un año después de aquel penalti fallido, debe abandonar el Juventus (nunca, pues, ha sido campeón de Europa, el título que reclamaba su talento); en el Milan no juega. Dos años después, etiquetado de acabado, recala en el modesto Bolonia. No como una estrella que se arrastra por dinero. No.

Baggio tiene un plan: necesita jugar el Mundial 98, donde le espera su pasado; necesita, así, convertirse en el líder de un equipo. Sólo en el Bolonia, pese a sus roces con el entrenador Ullivieri, tiene esa posibilidad. Juega toda la temporada y marca 22 goles. Lanza 11 penaltis sin fallo.

El clamor exigiendo su regreso se hizo imposible de soportar hasta para Cesare Maldini, el seleccionador que siguiendo la onda de Sacchi se había olvidado de su existencia.

"Sí, tenía miedo, pero mi trabajo es tirar los penaltis". También podría haber añadido que era su obligación salvar a Italia, salvarse a sí mismo. La lesión de Del Piero le había dado 90 minutos para intentarlo. Ya Maldini había advertido que para el segundo partido, contra Camerún, el atacante del Juventus recuperaría su puesto, a costa del veterano que cuando juega hace que su equipo a la defensiva sólo cuente con 10 jugadores, pero que se hagan 12 al ataque. A los 10 minutos, Baggio se inventó un gol para Vieri. Perola historia se negaba a darle la oportunidad para sí mismo. Así que Baggio, el héroe con pasado en los tiempos de los héroes juveniles, instantáneos y fungibles, debió crearla. Cogió la pelota en el lateral del área, amagó un centro, vio la mano suelta del defensa que le cerraba dentro del área, apuntó ahí, le dio e inmediatamente reclamó el penalti. Agarró la pelota, se acordó de Passadena 94. No tiró fuerte y por arriba, sino que la ajustó, raso, al poste derecho. Por un momento pareció que el guante del portero chileno, Tapia, la frenaría. Ilusión óptica.

Ayer la prensa italiana hablaba de Baggio como "el salvador". La Gazzeta dello Sport titulaba: " Baggio evita el naufragio" y destacaba no sólo su gol sino el que dio a Vieri. El Corriere dello Sport abría en portada con un "Gracias Baggio" y hablaba de él como el jugador que logró con una asistencia a Vieri y un máximo castigo "calmar el sufrimiento italiano".

Baggio logró su octavo gol en un Mundial (el primer italiano que logra marcar en tres Mundiales diferentes). Está a uno de la marca de nueve lograda por Paolo Rossi. Y está en paz consigo mismo.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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