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Tribuna
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Tradición

DE PASADAEl pasado no sólo es la estación más propicia a la muerte sino la que más juicios contradictorios concita. Si en Málaga recuperar el fulgor del Corpus -alfombrar de hierbas aromáticas y entoldar las calles por donde transcurre la procesión- equivale, según la oposición al PP, "a implantar el modelo cultural de Puerto Hurraco", en Granada en cambio el olvido de los toldos ha supuesto un aluvión de críticas contra el equipo de Díaz Berbel justamente por omitir las tradiciones. ¿Cuándo el fervor a las tradiciones significa abrazar la reacción y cuándo no? ¿Por qué aquí sí y doscientos kilómetros más allá no? Hay una hora furtiva, entre el atardecer y la noche, en que la televisión pública andaluza se empeña en transmitir todas las romerías, oficios religiosos y procesiones que se celebran en la comunidad autónoma. Sólo santos podría titularse el programa, pero no, se denomina de otro modo. El jueves, entre hostia y hostia, la locutora presentó, como si se tratara de un fenómeno nunca visto o un descubrimiento antropológico reciente, a un coro de mujeres que, obedeciendo a la indicación del realizador, entonó con voces desdibujadas: "Alabaaaado seaaa el santíiiismoo...". ¡Qué gran novedad en el cancionero popular! Si en vez de un partido no confesional y de izquierdas gobernara Andalucía, y dominara su televisión, uno de derechas ¿qué terrible sobrediosis sacudiría los cuerpos inermes de los telespectadores en esa hora tonta que precede a la cena? ¿Es retrógrado o avanzado alabar la organización de un concierto de música caribeña en el patio de un convento? Sor Citröen, la monja que atropellaba a los guardias de circulación y estampaba su automóvil contra los puestos de sandías, era más audaz en los años sesenta que sor Cristina Fernández y las monjas de Cúllar (Granada) que anoche participaron en la velada de la salsa. Sor Citröen era un peligro público y sus tropelías eran casi sanguinarias. ¿Qué ocurriría si apareciera en el mercado un videojuego basado en la torpe monja automovilista en el que el mérito principal consistiera en arrollar agentes de tráfico y despachurrar melones? Seguro que alguna de las asociaciones de moralistas que, so capa de cuidar de la pureza de la juventud defienden el puritanismo, repudiaría la extemporánea aventura. ¿Dónde está entonces el espíritu de Puerto Hurraco?

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