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FRANCIA 98

Empate en el último suspiro y de penalti

Baggio transformó la pena máxima con la que Italia igualó ante Chile

Ramon Besa

El calcio no conoce fronteras. Italia debutó en el Mundial con un empate atrapado en el último suspiro y de penalti, justo cuando la voz de los periodistas chilenos atronaba ya en el Parc Lescure de Burdeos anunciando una victoria más trascendente incluso que la lograda hace poco en Wembley ante Inglaterra.No pudo Chile limitar los factores de riesgo que por norma se desencadenan en un final con Italia en el campo. Tiene gusto y, sobretodo, oficio para darle contenido a los partidos hasta que los futbolistas entran en el camerino. Hay siempre alguien que se apiada de su fútbol, y en la cambiante tarde de ayer, el héroe resultó ser el villano de Estados Unidos-94. Roby Baggio apareció otra vez en la Copa del Mundo.

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Un penalti salvó a Italia

Repescado en el último recuento y puesto en escena por la ausencia de Del Piero, Baggio se presentó en el momento justo. Un toque, la pelota que sale despedida, el brazo de un defensa que se interpone -el de Fuentes ayer- y el árbitro que pita penalti, en una de esas jugadas que generan tertulias de una semana por su difícil interpretación. Señalada la falta, el propio Baggio, el mismo que falló en aquella tanda que le dio el título a Brasil en el último Mundial, remató la faena y alivió el estreno de su equipo, acostumbrado a debús mezquinos saldados con empates.

Roberto Baggio le robó de forma injusta en el último acto el protagonismo a Marcelo Salas. El Matador cumplió su amenaza y en dos jugadas terminales arruinó el catenaccio italiano y toda la faena de contención de Cannavaro. Fue la suya una actuación propia de un ganador, la de un futbolista en estado de gracia, llamado a ocupar un puesto de privilegio en un torneo nuevo para su equipo. Estuvo impecable en la ejecución de las dos jugadas de que dispuso Chile para marcar y glorificar su regreso al mundo del fútbol.

La historia estaba del lado de Italia, un equipo experto, frente a la vuelta de Chile, ausente largo tiempo (16 años) del Mundial y hoy redimido futbolísticamente por el juego de una pareja de delanteros que asocian la fuerza y la habilidad, el gemido y el sentido, la garra y la sensibilidad. Agarrado a la zamarra de Zamorano y Salas, Acosta ha montado un colectivo muy arreglado. Es un equipo del momento, calentito, deseoso de ganarse al fútbol con un juego más personal, más atrevido, muy distinto al que se conocía por norma en Europa.

La vitalidad le permitió a Chile sobrevivir ante el juego ya muy conocido de los italianos. Montó Maldini una alineación con marcas al hombre atrás, con Cannavaro agarrado a Salas y Nesta a la búsqueda de Zamorano, y Vieri como pivote en ataque. El ariete del Atlético se fajó en los flancos, tocó para la llegada de los volantes, y, siempre dispuesto, llegó a tiempo de contactar en el punto de penalti con el centro desde la banda.

El gol fue, en este sentido, impecable. Maldini controló una pelota mal jugada por Salas, metió en largo para Baggio, el fino media punta tocó de primera con la derecha para Vieri y el delantero cogió la espalda de los tres centrales y apareció sólo ante Tapia.

El partido se ponía muy pronto a gusto de los italianos. Nadie contaba con la respuesta de Chile. Y el equipo de Acosta remontó el encuentro con gran solvencia. Italia despertaría en el banderín de córner y, para hurgar más en su herida, en el descuento, justo castigo para un equipo tan rácano, especulativo y huidizo. Chile le maltrató con el mismo desprecio que acostumbra a ajusticiar a sus contrarios.

No falló Salas ni con el balón que Dios le puso para que marcara a la salida del saque de esquina ni en la reanudación cuando puso su cabeza como si fuera el mismo Zamorano a un centro cruzado.

Jugando a contrapelo, con Chile crecido, Italia evidenció disponer de escasos recursos ofensivos. Maldini puso en el campo a futbolistas de todo tipo. Recurrió a Chiesa y también a Inzaghi, y no había manera. No parecían capaces los italianos de someter a los chilenos, refugiados en las faltas tácticas, en las pérdidas de tiempo, en la defensa de un marcador histórico, en un juego más propio del Chile de otros tiempos. No le quedó otro remedio a Italia que forzar la máquina.

El piano, piano no le servía al grupo de Maldini. Era un equipo que clamaba por una falta, por un rechace, por un gol de fortuna. Y entonces apareció Baggio, para suerte de Italia y desgracia de Salas y de Chile. El empate dejó un sentimiento de frustración en el equipo de Acosta, un antiguo centrocampista uruguayo que le ha dado a los chilenos una mayor personalidad futbolística y, sobre todo, un gran sentido de la competitividad anteponiendo simplemente el fútbol. El marcador no debería rebajar el buen impacto que causó Chile en su regreso al mundial de fútbol y menos ante una Italia que siguea lo suyo. Nada nuevo por el calcio.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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