Proyectar ilusión
Primarias es sinónimo de ilusión. Es inconcebible, como dijo Julio Cortázar, una renovación que no desemboque en la alegría. El proceso de selección de candidatos, un paso más en el proceso de perfeccionamiento de los mecanismos de participación interna del PSOE, se ha convertido en un revulsivo que ha vuelto a colocar al partido en la primera línea de la parrilla de salida. Este gran salto en la democracia de los partidos responde a la demanda inequívoca de la sociedad en aras de unas organizaciones políticas más abiertas y transparentes. La profundización en la democracia interna no entra en colisión con el papel de los órganos que emanan democráticamente en los congresos Tan sólo supone la adaptación de nuestro funcionamiento a una nueva realidad social. Por ello, más pronto que tarde, la presión ciudadana obligará a todos los partidos, incluso a aquellos que hoy se pavonean con un liderazgo artificial, a seguir el camino que hemos abierto los socialistas. Pero de nada valdría este escenario si no se utilizara correctamente. Las primarias tienen como único objetivo que los militantes elijan a los mejores carteles electorales para el PSOE. Ni más ni menos. Tenemos que evitar dar la sensación de estar permanentemente instalados en el debate interno. El respeto de las reglas del juego debe ser escrupuloso. El proceso no debe desembocar ni en la búsqueda de nuevos equilibrios internos ni en el debilitamiento de los candidatos. Las descalificaciones personales sólo favorecen a nuestro adversario real, la derecha, que se puede encontrar con su estrategia electoral prácticamente hecha sin tener que recurrir a una consultoría. Malograr el efecto de las primarias en un estéril e injustificado enfrentamiento entre los aspirantes supone, en definitiva, darle ventaja al Partido Popular y a sus alcaldes, que en estos tres últimos años sólo se han dedicado a administrar como unos albaceas la herencia recibida de la etapa socialista. La gestión de los regidores del PP está creando una gran frustración entre los ciudadanos, que han visto cómo el rosario de promesas electorales se han convertido en humo, y al día de hoy no perciben ningún cambio en sus ciudades. El PP no ha puesto en marcha en Andalucía ni un solo proyecto digno de ser destacado. Las encuestas, pese a que su fiabilidad esté en cuestión, denotan que el partido de Aznar no sólo no consigue rentabilizar la buena marcha de la economía sino que, incluso, pierde parte del apoyo recogido hace poco más de dos años. Un pequeño lapso de tiempo de gestión que ha generado desencanto y nos ha mostrado el verdadero rostro de una derecha autoritaria y maniatada por sus hipotecas con los grupos de presión que llevaron al PP hasta la Moncloa. Ante esta situación, vaticinar una profunda reconfiguración del mapa municipal en Andalucía resulta, cuando menos, lógico. Las elecciones locales de 1999 se presentan difíciles para todos sin excepción, por mucho que la dirección regional del PP fanfarronee con sondeos de dudosa credibilidad. El PSOE se enfrenta a un futuro inmediato tan duro como ilusionante. Tenemos que saber aprovechar el viento de cola que esuponen las primarias para proyectar ilusión, recuperar la complicidad del ciudadano de los grandes núcleos urbanos y ser capaces de articular una gran mayoría de progreso desde el reconocimiento de la pluralidad de la izquierda andaluza. Iniciativas como la plataforma de ideas auspiciada por Manuel Chaves abren una nueva perspectiva de diálogo y colaboración en el seno de la izquierda que puede revitalizar el entusiasmo que supuso la elección de los primeros ayuntamientos democráticos en 1979. Para ello, el PSOE de Andalucía ha de ofrecer programas convincentes, proyectos realizables y, sobre todo, alcanzar un nuevo compromiso con los ciudadanos. La solución está en nuestras manos. La solidez del proyecto socialista, unida a una coyuntura política favorable, nos permite albergar fundadas esperanzas.
Luis Pizarro es secretario de Organización del PSOE de Andalucía.
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