Arantxa logra su tercera corona en París
La española obtuvo un trabajado triunfo ante Monica Seles y confirmó su recuperación
París vio llorar de nuevo a Arantxa. Eso no es algo habitual en ella, pero la ocasión lo requería. La española había llorado por primera vez en una pista de tenis cuando ganó su primer título de Roland Garros en 1989. Aquel año, Arantxa tenía 17 y se convirtió en la más joven ganadora del torneo. Entonces estaba empezando. Ayer, ya con cuatro Grand Slam en sus espaldas, las lágrimas que se deslizaron por sus mejillas tenían otro sentido. Durante el último año se habían vertido dudas sobre el futuro de su carrera tenística y Arantxa había sufrido por ello.
Su tercer Roland Garros le llegó a contrapelo, cuando casi nadie creía en ella. Y lo logró realizando un partido memorable en el que derrotó a la estadounidense Monica Seles por 7-6 (7-5), 0-6, 6-2 en 1 hora y 53 minutos. Era su tercera corona en París y la cuarta del Grand Slam. Igualaba así el récord de Manuel Santana y se convertía en el único tenista español que ha ganado tres veces el mismo torneo.
"Creo que ha sido una gran final", dijo Arantxa intentando refrenar su emoción y con una voz entrecortada por los altavoces de pista, tras recibir su trofeo de ganadora. "Lamento haber derrotado a Seles, porque ninguna de las dos merecía perder. Demostró ser muy profesional al jugar este torneo, tras la muerte de su padre hace sólo dos semanas. Hemos demostrado que, a pesar de la edad, podemos seguir siendo campeonas".
Después comenzó un capítulo de agradecimientos que esta vez eran realmente sentidos. "A mi madre, a mi padre, a Joan, mi novio, a Javier y Marisa, a Emilio, sin el cual no habría sido posible eso, a Ángel Giménez, mi entrenador, y a los doctores Ángel Cotorro y Sabino Padilla, y también a mi perro, Roland". Fue una larga lista, pero se quedó corta. Y después, cuando ya Seles había concluido su parlamento, volvió a coger el micrófono e hizo una referencia a la hermana del Rey, doña Pilar, al duque de Lugo y al resto de autoridades que se habían desplazado a París.
Sinceridad y entrega
La sinceridad de Arantxa rindió al público de París. Pero, en realidad, los 18.000 espectadores se habían volcado ya antes con Arantxa por su entrega y profesionalidad. La española rompió todos los pronósticos y fue modificando incluso las intenciones del público, que pretendía rendir homenaje al padre de Seles cuando ésta ganara el torneo.Arantxa no luchó sólo contra su rival ayer. Su batalla era más profunda, porque enfrente tenía a una jugadora que estaba en una cruzada. Tal vez por ello, los términos del duelo fueron de entrega y de nobleza. No querían agredirse, simplemente se enfrentaban por la gloria. Pero eso sí, peleaban a muerte. Y lo que más pesó al final fue la excelente condición física de la española y las lagunas mentales por las que atravesó Seles durante el partido.
El primer set ya marcó las pautas. Los primeros juegos fueron brutales. Seles jugó con el instinto asesino que la hizo famosa a principios de los años 90, antes de que una puñalada (1993) cortara en seco su fulgurante carrera. Sus bolas largas, profundas, veloces, rozaban las líneas, pero no lograban desbaratar a Arantxa. La española corrió de punta a punta de la pista, llegó sobrada a casi todas las dejadas que le hizo Seles, la superó cuando subió a la red y la atacó con el revés cuando alguna bola se perdía por allí. La imagen que Arantxa dejó en la central fue muy distinta a la de jugadora defensiva que había paseado por las pistas la temporada pasada. Con la confianza recuperada, su revés vuelve a ser fulminante y su derecha, no muy rápida pero sí muy controlada, le permite incluso ganar algunos puntos. Pero sobre todo, lo que ha devuelto a Arantxa a la élite mundial es la recuperación de su ilusión.
Fue ese aspecto psicológico lo que la llevó a remontar el 5-3 en contra en la primera manga, a dominar el desempate por 5-1 y a acabarlo con 7-5, cuando Seles la igualó a cinco.
Después, la española atravesó un lapsus en la segunda manga y ganó sólo seis puntos a una Seles que parecía lanzada a la victoria. Pero cuando se entró en la manga decisiva, ya estaba claro que Arantxa volvía a estar entera y preparada para el final de la batalla. Se colocó con 4-1, tras salvar cuatro bolas de break en el camino, y ahí Seles ya estaba entregada. No quería perder, pero sus fuerzas ya no la seguían. Cayó en la primera bola de partido.
Cuando Seles lanzó fuera su último revés, Arantxa alzó los brazos y miró con insistencia al palco donde estaban sus familiares. Aquella era una mirada intensa, cargada de sentimientos. Y mientras se formaba el protocolo de la entrega de premios, la española escaló hasta la grada y se abrazó a los suyos. Es gracias a ellos que Arantxa ha vuelto a ganar un Grand Slam.
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