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Mutantes

Miquel Alberola

Lo peor de las primarias socialistas es que las antiguas miserias del partido ya se han adaptado a este formato innovador y lo gobiernan en la mayoría de los casos. Este sistema parece tan vulnerable que sólo podía durar para un combate. La frescura que transmitió esta novedad, y el estado catatónico en que había quedado el partido tras ser arrollado en las urnas por sus competidores inmediatos, pilló desprevenidos a los clanes fundamentales que han administrado el socialismo desde que murió el difunto. Pero estos habituales sindicatos de intereses han reaccionado en seguida y han efectuado su mutación para aprovecharse de una fórmula que pretendía cambiar algo para que no cambiara nada, aunque dejaba una brecha abierta a la perversión de derrotar al candidato oficial. A partir del primer experimento, que era el más abstracto, muchas cuadrillas agonizantes intuyeron que podían continuar eternizándose, amarrando el voto de la militancia con sus pactos a través de sus redes subalternas. Lo único que había cambiado era el divisor: el cociente era el mismo. Y la operación ya se la sabían. Por otra parte, empezaron a resucitar algunos cadáveres, que vieron en las primarias un boleto para satisfacer aspiraciones de culminación poco probable, puesto que el militante pedía lo imposible y en esa tómbola podían resultar agraciados. De cualquier modo la pantalla se ha llenado de zombis que, en el mejor de los casos enturbian, cuando no la impiden, cualquier imagen más transpirada. Unos y otros se disputan estos días su cota de oposición porque los que salgan en esta foto se podrán mover en el futuro, aunque sólo sea para medir fuerzas, exhibirlas y negociarlas cuando lleguen tiempos mejores, que a menudo no se deben tanto al esfuerzo propio como a la poca fortuna del adversario. En 1993 el fruto verde de Eduardo Zaplana sólo podía madurar con la explosión del socialismo. Hoy muchos de los candidatos que se van definiendo en las diversas variedades de primarias socialistas no madurarían ni con el calor de la deflagración del PP. En el fondo se trata de otro purgatorio donde se brega por la salvación personal. Acaso la política sólo sea eso.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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