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EMPRESAS» Fundición Hijo de Manuel Rosas

Maquinaria celestial

Vicente Rosas Jiménez, de 62 años, y dos de sus hijos, son los únicos andaluces que fabrican campanas. Mantienen una tradición que se remonta en su familia a 300 años atrás y están dispuestos a seguir fabricando artesanalmente las campanas que llaman a misa desde lugares tan remotos como Madagascar o tan cercanos como Sevilla, Huelva, Granada o Jaén. "Estamos bien, ahora no hay competencia y eso es bueno para nuestro producto, porque nos permite trabajar con tiempo y sin agobios". Vicente Rosas procede de una familia valenciana que emigró a Jaén precisamente para evitar la competencia entre campaneros que allí había. Ahora él se encuentra instalado en una nave de Torredonjimeno (Jaén), donde hace los encargos que llegan desde los cinco continentes. Una aleación de cobre y estaño es el material que se utiliza para hacer el molde de la campana. Hasta este punto nada parece especialmente difícil. Lo complicado es conseguir que cada una de ellas tenga un sonido especial, ese toque que hace singular a cada producto que sale de este taller. Diez personas, entre las que se encuentran dos hijos de Vicente, se encargan de convertir la aleación en obras de arte más o menos perfectas según la demanda del cliente. En Sofía (Bulgaria) hay un monumento a las campanas compuesta por un total de 90, dos de ellas del taller de Torredonjimeno "pedidas especialmente por las notas que somos capaces de darle a cada una". Los trabajos de los Rosa han llegado a las misiones de distintos puntos de África, a la catedral de Bolívar, a Tokio e, incluso, a Cuba. "Es verdad que ha habido menos demanda últimamente, pero parece que el país está más abierto a la religión y eso para significa trabajo". El mayor proyecto que podría llevar a cabo es el de una campana de 22.500 kilos. Una barbaridad, si se tiene en cuenta que las más grandes que se suelen pedir pesan unos 1.500. El encargo se mantiene en secreto, aunque Vicente Rosa desvela que forma parte del proyecto particular de un artista que quiere hacer en Madrid una obra muy particular. El inconveniente para hacer realidad la idea son los 50 millones de pesetas en que se calcula el coste. "Este es un trabajo bonito, poco común y los clientes que se tratan suelen ser gente con educación, sacerdotes. En teoría buena gente", explica entre sonrisas Vicente Rosa, el padre. El hijo que ha heredado el mismo nombre estudió Biológicas, carrera que abandonó para seguir con el negocio familiar. "He visto desde pequeño a mi padre y me gusta. Se conoce a mucha gente y me permite hacer algo de turismo, porque antes de llevar a cabo un trabajo se visita al cliente y el lugar en el que se instalará la campana, lo que permite ver lugares preciosos". Vicente, el hijo, recuerda las visitas ya realizadas a Paris o Brujas (Bélgica) para hacer encargos. En la fábrica de Torredonjimeno se empieza por fundir la aleación, se calienta y se pone en los moldes previamente hecho con el tamaño y la forma de la campana deseada. Después se pule y se adorna con dibujos o inscripciones que varían dependiendo de la voluntad del cliente. Hay encargos difíciles, reconoce Vicente Rosa. Recuerda el caso de la campana de la basílica de las Angustias de Granada. El sonido del instrumento que se iba a sustituir era tan característico en la ciudad, que los feligreses lo reconocían y diferenciaban de los demás. El párroco exigía que la nueva campana tuviese exactamente el mismo sonido. Si no se conseguía, no había compromiso de adquisición. Los trabajadores del taller se afanaron a fondo hasta conseguir cumplir el encargo más complicado. "Desde entonces se multiplicaron los encargos, porque para nosotros la calidad es un elemento fundamental". Las campanas han ido cambiando a lo largo de la historia, resalta en campanero de Torredonjimeno. Hasta se han tecnificado, y la empresa se ha adaptado ofreciendo nuevos productos en electrificación. "Ya no se tiene en las parroquias un monaguillo que las toque cada día, por eso funcionan de forma automática". El negocio tiene perspectivas de futuro. La vida media de una campana se sitúa en torno al medio siglo, aunque varía dependiendo de las veces que se toque y de la maestría de quien lo haga. "En teoría pueden durar siglos, pero todo depende del trato y de lo bien hecha que esté", aclara Vicente Rosa.

Datos de interés

Dirección Fuente del Mármol, 75. Torredonjimeno (Jaén) Empleos 10 Facturación 48 millones en 1997 Producción Campanas, relojería monumental, electrificación

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