Crueldad
Ayer fuimos servidos con tres imágenes de refinada crueldad. Dos, referentes a torturas, ¡ay!, en países de ideología y sistemas de gobierno lo bastante opuestos -Israel y China- como para que no nos hagamos ilusiones acerca de la impunidad con que se utilizan los peores métodos. La tercera foto mostraba la primera ejecución -dos hombres, ahorcados en público- que ha tenido lugar en Líbano desde que se volvió a disfrutar de lo que llamamos paz.Lo de Israel no es una novedad, y lo de China lo podíamos presumir. Qué quieren que les diga: parece como si la tortura fuera más previsible en los Estados totalitarios que en aquellos que se pasan el día sacándose y metiéndose a Dios del bolsillo. Pero lo que unos hacen en nombre de la fuerza que les otorga su rechazo a aplicar los derechos humanos, otros lo perpetran, con cruel refinamiento, amparados por la divina impunidad de actuar en defensa de la seguridad de su pueblo elegido. Me inspiran piedad por igual las víctimas de unos y de otros. En cuanto a los verdugos: los que más me repugnan son los hipócritas. Y esa ley que consiente y aprueba (¿la misma que no permite mover un dedo en sábado?).
Veo la foto de la ejecución en Líbano, con fotógrafos y espectadores, gente de la calle, y me pregunto qué enfermedad profunda afecta a un país que malgastó tres lustros de su historia en guerras y aún necesita ver morir. Podría decirse que la crueldad que sufrieron e infligieron les insensibilizó, pero yo creo que es lo contrario: la crueldad les hizo matarse, y ahora, sencillamente, tienen mono de horror. Quizá es la misma razón por la que no ponen semáforos en Beirut.
Hace mucho tiempo que no reaccionamos ante tantos testimonios de la maldad humana como nos llegan. Quizá se debe a que no tenemos arreglo.
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