"La sanidad ha generado una deuda de 288.000 millones a la Generalitat"
Artur Mas, de 42 años, es consejero de Economía desde agosto del año pasado. Hace unas semanas compitió en su partido con Joaquim Molins para la candidatura a la alcaldía de Barcelona. Al final, hizo caso de las recomendaciones de Jordi Pujol y se retiró de la carrera. Su actividad en este momento se centra en la negociación sobre la financiación de la Generalitat con el Ministerio de Economía. Pregunta. Usted ha reconocido que el pasado año la cesión del 30% del IRPF a la Generalitat reportó 40.000 millones de pesetas menos de los presupuestados. ¿Significa eso que el sistema no es tan bueno como pensaban? Respuesta. El sistema de cesión del 30% del IRPF se ha de juzgar en función del anterior sistema de financiación de las comunidades autónomas. En 1997, el Gobierno central se equivocó en sus previsiones presupuestarias, pero eso no quiere decir que el nuevo sistema sea peor que el anterior. Comparando las cifras, gracias a participar en el 30% del IRPF tendremos 10.000 millones de pesetas más de lo que habríamos tenido en 1997. Eso significa que es bueno. P. Pero 10.000 millones respecto al presupuesto de la Generalitat es muy poco. ¿Justifica eso un pacto de legislatura? R. Eso no lo sabemos porque es un acuerdo que está comenzando y es para cinco años; no se puede juzgar como si ya fuera definitivo en el primer año. Pensemos que el IRPF de 1997 lo que está haciendo, de hecho, es recoger las liquidaciones de 1996, con un ciclo económico aún bajista. Por tanto, es muy probable que en los años 1997 y 1998 tengamos un comportamiento del IRPF mejor que el que tuvimos en el 1996. Pero como este pacto se acaba en el 2000 aún nos quedan cuatro ejercicios enteros y creemos que no se pueden hacer juicios definitivos hasta que este periodo no se haya cumplido. Además, en nuestros cálculos de 1997 preveíamos que, con un buen comportamiento del IRPF, habríamos tenido, respecto al anterior sistema de financiación, 18.000 o 20.000 millones de pesetas más. Nos hemos quedado, por tanto, en la mitad. Para 1998, en nuestro presupuesto repetimos la misma cantidad que en el año 1997. Hemos intentado ser prudentes. Además, el pacto tiene otros componentes. Primero, la revisión de algunos servicios que se han transferido a la Generalitat históricamente, que supuso en 1996 un pacto con el PP gracias al que obtuvimos 32.000 millones de pesetas que no sólo valieron para ese año, sino que valen para siempre. Después está el sistema de financiación de la Sanidad, que no teníamos antes del pacto con el PP y que ahora tenemos, y significa una mejora respecto a la situación anterior de 55.000 millones de pesetas para el año 1998. Sumando todos estos conceptos tenemos hoy, gracias a los pactos con el PP, una financiación claramente mejor de la que teníamos con el último Gobierno del PSOE. P. Se habla de 55.000 millones de beneficio gracias al nuevo sistema de financiación sanitaria, y esa cifra está por encima de los 50.000 millones de pesetas que calculaban como déficit. ¿Con ello se da por cubierto el problema de financiación sanitaria en Cataluña? R. Nosotros hemos tenido unos desfases financieros medios, en los últimos años, en la cuestión de la sanidad de aproximadamente 50.000 millones de pesetas por año. El segundo problema es que, con el actual sistema pactado, deberíamos llegar en los próximos años, dentro del nuevo sistema vigente entre el año 1998-2001, al punto de equilibrio en la actual financiación de la sanidad catalana. Eso sí, sin contar con esos desfases financieros retrasados, pero contando el coste financiero que para nosotros tiene, como consecuencia, hacer frente a esos desfases; porque aunque ese dinero no viene de Madrid, no hemos dejado de pagar las nóminas, a los proveedores, la farmacia, etcétera... Por tanto, el Gobierno de Cataluña ha hecho frente a estos desfases históricos de la financiación sanitaria, y una parte de nuestro endeudamiento se justifica por esta vía. P. ¿Cuál es la repercusión de esta mala financiación sanitaria sobre la deuda global de la Generalitat? R. Por este concepto hay dos deudas globales. Uno es el endeudamiento histórico que va de los años 1982 a 1993, que era la época de mayorías absolutas del Gobierno socialista, cuando los acuerdos de financiación sanitaria no alcanzaban nunca el 100% de las reclamaciones. Entre los años 1993 y 1997 se produjo el gran desfase. El ministro de Economía Pedro Solbes debía cumplir con los criterios de convergencia europea y consideró que la sanidad debía gastar menos, lo que no se correspondía con la realidad. Esta mala actitud del Gobierno del PSOE nos llevó a que nosotros, el Insalud y las demás comunidades autónomas que gestionan la sanidad, tuviéramos que mantener los compromisos con menos dinero de financiación, y esto significó estos 50.000 millones de promedio durante cuatro años que se fueron acumulando a los desfases históricos de la época anterior. P. La deuda total de la Generalitat, incluyendo las empresas públicas, se cifraba en 1,6 billones en abril de 1998. De esta cifra, ¿cuánto se puede atribuir al problema de la financiación sanitaria? R. Incluyendo todo lo que he dicho antes y también el endeudamiento no financiero, es decir, que no forma parte de esa cifra que mencionaban ustedes, la deuda sanitaria es de 288.802 millones, de los que 169.484 son deuda financiera neta y 119.318 deuda no financiera. P. Con este nuevo sistema de financiación sanitaria, la evolución del presupuesto y el déficit de la Generalitat para este año ¿cómo se presenta? R. La dinámica del presupuesto de gastos va bastante bien. Desde el punto de vista de los ingresos también vamos muy bien. En este momento, desde la óptica de los ingresos fiscales que tiene la Generalitat, que son una parte significativa de nuestro presupuesto, excluyendo el IRPF, que no controlamos, en este momento crecen el 9% respecto a la liquidación del año 1997, y entre el 3% y el 4% por encima de las previsiones presupuestarias para 1998. Hay un buen comportamiento, por ejemplo, del impuesto de transmisiones patrimoniales y los actos jurídicos documentados. P. Desde el año pasado el presidente Pujol ha venido estableciendo como prioritarias las infraestructuras. El debate de investidura ha aclarado el panorama. No obstante, el Ministerio de Fomento no está muy por la labor. El ministro, Arias-Salgado, quiere, y así lo ha afirmado, que las inversiones se concentren en 200 kilómetros alrededor de Madrid. R. El asunto se está desbloqueando. Se inició la legislatura con muy poca voluntad política de hacer obras públicas importantes en Cataluña, y en cambio se está continuando la legislatura, especialmente en este momento, con un cambio claro de posición. El desvío del río Llobregat y la construcción de la depuradora está plenamente en marcha y de aquí a final de año esto será una evidencia para la población. El tren de alta velocidad [TAV] está absolutamente en marcha, pero aún no tiene efectos sobre Cataluña porque es un TAV que se está construyendo entre Madrid y Zaragoza.Y el asunto que está menos avanzado es el del aeropuerto de El Prat. P. ¿Cree que, tras el debate sobre el estado de la nación, se ha desvanecido el efecto Borrell? R. Yo creo que no era tanto como se decía ni ahora es tan poco como se piensa. La verdad es que Borrell había levantado unas grandes expectativas. Él seguramente contribuyó, aunque no sólo él intervino en este proceso, y estas expectativas no se han confirmado en el debate sobre el estado de la nación. Que a Borrell ese debate no le fue bien es una evidencia, pero eso no quita que él no sea capaz de rehacerse en los próximos meses y ya veremos qué dinámica comporta su actuación en cuanto a la política catalana. Nosotros siempre decimos lo mismo. Nosotros, que gobernamos en la Generalitat, no podemos estar pendientes noche y día de las decisiones de los demás. P. ¿Un dúo Maragall-Borrell se lo pone más difícil para las autonómicas? R. Si se configurara este dúo, nos puede significar un revulsivo y nos dará mayor moral para la victoria. Cuando más fuerte, teóricamente, es el adversario, más ganas hay de vencerlo. P. Si las autonómicas se realizan en marzo y las ganan, ¿no temen perder las municipales en junio? R. No, las cosas ya vendrán como tengan que venir. Creemos, aunque nos podamos equivocar y el tiempo y la opinión de la gente lo dirá, y aspiramos a poder ganar las dos elecciones, tanto las de la Generalitat, como hemos hecho históricamente, como las del Ayuntamiento de Barcelona, cosa que no hemos hecho históricamente. Pero, yo entiendo que son dos procesos diferenciados. P. Después de su intento para lograr encabezar la lista de Convergència i Unió en las elecciones municipales, ¿no le quedarán ganas de presentarse a futuras elecciones al Ayuntamiento cuando vea los pasquines de Molins? R. En política hay que ser muy realista, y en este caso el realismo pasa porque yo haya entendido perfectamente que éste no era mi camino en este momento. Eso está decidido así y aceptado por mi parte, y además con la clara voluntad de ayudar a Joaquim Molins y a la gente de su lista para que ganen en el Ayuntamiento. Lo haré en la medida en que soy en el presidente de Convergència Democràtica en Barcelona y puedo tener un papel en este sentido de una cierta incidencia. Me hacía mucha ilusión presentarme, supongo que no es ningún secreto para nadie, era lógico que fuera así; he pasado una parte muy importante de mi vida política en el Ayuntamiento, y además en condiciones difíciles, pero las cosas iban por otro camino y lo he aceptado con plena deportividad.
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