La frustración de un ciclista
El mismo día que arranca la Vuelta a Asturias, el Juzgado de Instrucción número 1 de Mieres señalará hoy al responsable del accidente que acabó con la carrera ciclista del vizcaíno Agustín Sagasti. En junio de 1994, el entonces corredor del Euskadi se estrelló en una curva contra el coche de un particular que se saltó un cruce no señalizado por la organización de la Vuelta a los Valles Mineros. Los demandados por la familia del ex corredor (Unipublic, las federaciones asturiana y española de ciclismo, el conductor del vehículo y la Guardia Civil) no ven responsabilidad alguna en su actuación. Abraham Olano, José María Jiménez y los componentes del Euskaltel-Euskadi, entre otros, aportarán su testimonio en el juicio. Un segundo brutal "Tres segundos le hubieran bastado", afirma Agustín Sagasti padre. "Si el Ford Fiesta hubiera salido tres segundos antes o tres segundos más tarde, no se hubieran encontrado en esa curva. Mi hijo hubiera podido esquivarle, lanzarle un insulto y seguir como si nada". Agustín Sagasti hijo se convirtió en minusválido en un segundo brutal, aunque aceptar su realidad le costaría casi dos años. Durante ese tiempo, con una placa escandalosa sujetándole el fémur derecho y un brazo izquierdo tan insensible como inútil (el choque le seccionó completamente el cúbito, el radio y el nervio cubital, que transmite la sensiblidad a media mano), Sagasti quiso volver a ser el joven ciclista neoprofesional de 23 años y futuro prometedor, que una tarde de junio perseguía a 90 km/h a un grupo de escapados en la última etapa de la Vuelta a los Valles Mineros. Nunca regresará al pelotón, eso seguro. Tanto como que en su drama personal él es el único exento de culpa. Lo que no sabe, y eso lo decidirá mañana el juzgado de Mieres, es quién debe cargar con la responsabilidad de una negligencia que le ha marcado de por vida. Han pasado casi cuatro años desde el accidente, dos años y medio desde que la Seguridad Social concediera el alta al ex corredor (que inauguró el palmarés del equipo Euskadi con una sorprendente victoria en el primer sector de la Vuelta al País Vasco, en Azpeitia, en abril de ese año) y el mismo tiempo desde que la familia del corredor denunciara conjuntamente al conductor del vehículo, a Unipublic -como organizador de la prueba subcontratado por Caja Asturias-, a la Guardia Civil -que debe cubrir los cruces en coordinación con los organizadores- y a las federaciones asturiana y española de ciclismo, que dieron el visto bueno a la celebración de la ronda. Hasta la fecha, ninguno ha reconocido su posible culpa. O lo que es lo mismo: la desorganización de los organizadores de una prueba ciclista puede arruinar una carrera deportiva sin que nadie se señale responsable de su propia desidia. Afortunadamente, pero sólo a efectos legales, la Unión Ciclista Internacional (UCI) establece que toda prueba reservada a profesionales debe disponer de un seguro que cubra aquellos accidentes derivados de un fallo en la organización. Si un ciclista sufre una grave caída debido a circunstancias propias de la práctica del ciclismo, será el equipo del deportista quien se encargue de cubrir los daños a través de un seguro obligatorio impuesto a todos los equipos por la Asociación de Corredores Profesionales. Ese apartado ya quedó satisfecho, puesto que Sagasti cobró seis millones de pesetas y seis mensualidades una vez le confirmaron su invalidez permanente para la práctica del ciclismo. Falta por aclarar qué permitió a un conductor invadir una calzada por la que transitaba en sentido contrario una prueba ciclista de carácter internacional. Todos los denunciados miran a otro lado. Unipublic considera que el culpable es el conductor y éste alega que ningún miembro de la organización se encontraba en el cruce que conduce a Redespinas para frenarle. Según el padre del ciclista, la organización disponía de un seguro para cubrir cualquier accidente sufrido por sus miembros, pero no una póliza que contemplara cualquier desgracia provocada por su negligencia y que afectara a terceros.
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