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Entrevista:JESÚS LARRAÑAGA» COFUNDADOR DE MONDRAGÓN

"MCC debe crear sociedades fuera para defender aquí las cooperativas"

Jesús Larrañaga, cofundador de la cooperativa Ulgor -hoy Fagor Electrodomésticos- y presidente de Aenor, relata en El cooperativismo de Mondragón. Interioridades de una utopía la génesis y desarrollo de una experiencia que él ha vivido directamente en los últimos 43 años y que hoy se traduce en MCC, el primer grupo industrial del País Vasco. La singular naturaleza del movimiento cooperativo impulsado por el sacerdote José María Arizmendiarrieta es descrita por Larrañaga sin escatimar la autocrítica, alejado de la autocomplacencia. Pregunta. ¿Por qué califica de utopía el proyecto cooperativo de Mondragón? Respuesta. Porque cuando empezamos con esta aventura pretendíamos una sociedad de iguales en la que eliminando la contradicción entre capital y trabajo se suprimirían todas las contradicciones del mundo. En todo caso, el proyecto sigue teniendo fuertes dosis de utopía ya que persigue la democracia industrial, en la que se le da el control de la gestión al conjunto de los trabajadores. P. ¿Por qué no es exportable la experiencia Mondragón? R. El planteamiento y desarrollo de la experiencia cooperativa se realizó bajo determinadas guías: una ética humanista y una tendencia a ser iguales; una suerte de franciscanía laica que en un mundo económico como el actual no es sencillo aceptar porque cada cual va buscando la posición individual, el poder y el dinero. Por el contrario, en nuestro caso el conjunto de las relaciones entre los trabajadores está muy marcado por el igualitarismo. P. ¿Puede mantenerse el espíritu cooperativo en un grupo industrial, financiero y de distribución que ya compite en una economía mundializada? R. Más que de espíritu, yo hablaría de unas reglas de comportamiento que no pueden ser homologadas con el sistema vigente de mercado y capitales. De hecho, el cooperativismo es un movimiento reactivo de carácter localista y que nació el siglo pasado para contrarrestar la explotación capitalista. Hoy el cooperativismo tiene problemas para salir de su ámbito local, por lo que recurre a artificios y modems de conexión con sociedades de capital, mediante joint-ventures (riesgo compartido) y otras fórmulas. Así, MCC utiliza un modelo dual por el que es cooperativa donde puede y opera como sociedad de capitales allá donde no puede implantarse de otra manera. P. ¿Con una perspectiva de más de 40 años de trayectoria, cómo observa el proceso de expansión de MCC? R. Es un tema que se presta a permanente controversia, pero los colores sociales no resuelven los problemas del mercado, que es el que marca las órdenes de supervivencia. No hay más remedio que adaptarse y creo que ha habido suficiente inteligencia para afrontar una implantación internacional. MCC para defender sus bases de aquí no tiene más remedio que constituir sociedades de capital fuera de su entorno habitual. P. Cuáles son las ventajas básicas de una empresa cooperativa en una economía capitalista? R. La ventaja básica es que rema en la dirección del proceso que la economía va a adoptar en el futuro, con un sentido más participativo. Las empresas están incorporando filosofías, como la de calidad total, que en el fondo promueven la integración de los trabajadores, para que adquieran un sentido de pertenencia a la empresa. P. ¿Y las desventajas? R. Las cooperativas tienen mayores rigideces en algunos momentos, como en los ajustes laborales, porque el trabajador es a la vez socio.P. ¿Qué perfil hace del sacerdote José María Arizmendiarrieta, el ideólogo de la experiencia cooperativa? R. Fue un personaje absolutamente excepcional en el panorama del País Vasco, un visionario con un norte ético muy claro. Su primera divisa era que la formación era la única forma de que el pueblo se autoliberara. Por otra parte, en aquellos años de la posguerra y de plena hibernación política, era consciente de que "las ideas nos separan, las necesidades nos unen", e incorporó el concepto estratégico de comunidad. P. Hay indicios de santidad en José María Arizmendiarrieta, como se propuso en la década de los años 80? R. Además de ser un gran realizador social, fue un hombre que estuvo a disposición de la parroquia. Él entendía la espiritualidad en sentido práctico, en el fondo coincidía con Marx en la idea de que al mundo se viene para transformarlo, no para ser un mero observador. P. ¿Arizmendiarrieta hubiera defendido la reducción a 35 horas de la jornada laboral? R. No estoy muy seguro. La reducción de la jornada es natural en el desarrollo de la Humanidad, el proceso es irreversible. La cuestión es cuándo y cómo. Creo que el abogaría más por una actitud activa de creación de empleo para acabar con el paro, porque no está claro que por la vía pasiva de reducción de jornada se resuelva el paro.

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