La cúpula del nuevo Banco Central garantiza una línea de ortodoxia
La batalla del fin de semana sobre el nombre del presidente del Banco Central Europeo (BCE) no empalidece el hecho esencial. La dirección del banco aprobada en la cumbre de Bruselas constituye un bloque de extraordinaria coherencia ideológica y técnica. No es casualidad que de sus seis miembros sólo uno tenga garantizado el puesto durante ocho años completos, el representante más genuino y significado de la línea dura del Bundesbank, el alemán Otmar Issing.
El BCE desarrollará una política monetaria ortodoxa, refractaria a las presiones de los Gobiernos de los 11 países del euro y destinada prioritaria y tajantemente a garantizar la estabilidad de la nueva moneda. De ello se encargará un directorio de seis personas, probablemente las más poderosas de Europa, que forman a partir de ahora uno de los clubes más selectos del mundo. Los seis tienen un perfil parecido: defienden un modelo de banco calcado del alemán y están más próximos a una línea liberal que a cualquier otra.No se puede considerar que Alemania y el canciller Helmut Kohl hayan cedido en sus principales objetivos. El BCE estará presidido en sus primeros años -los más difíciles- por el candidato del Bundesbank y el Gobierno de Bonn, el holandés Wim Duisenberg. Además, Issing -que fuera del sistema hubiera sido un personaje peligroso ante la opinión pública de su país- simbolizará la continuidad.
Sin embargo, la forma del acuerdo final -con un retorcimiento del espíritu del Tratado de Maastricht, que no abre la posibilidad de partir el mandato del presidente- impidió que Kohl pudiera apuntarse un tanto con vistas a las próximas elecciones y empequeñeció su liderazgo, precisamente cuando más lo necesita.
Teóricamente, el vencedor de la cumbre debería haber sido Jacques Chirac, que logró «acortar» el mandato de Duisenberg y colocar a un candidato francés como segundo presidente del BCE, en una fecha entre el 1 de enero y el 1 de julio del 2002. Chirac tuvo lo que pretendía: reivindicar el papel de Francia en el nacimiento del euro y resaltar el peso de los «políticos» frente a los «banqueros».
Pero las dificultades «técnicas» fueron tan grandes que, de camino, se llevaron por delante el espíritu histórico de la cumbre, descompusieron la figura de Kohl (en teoría, correligionario de Chirac) y proyectaron la imagen de Francia como un centro «nacionalista» sin vocación ni capacidad para liderar la dura e importante etapa en la que entra la UE.
La batalla del banco puso de manifiesto, una vez más, la importancia decisiva del tándem Francia-Alemania, pero también dejó claro que, en mitad de esa pugna, los restantes países pueden encontrar acomodo. Sin tantas alharacas, Portugal y Bélgica consiguieron establecer algo que tampoco figura en el tratado. Además de la cualificación y prestigio profesional de los candidatos a miembros del todopoderoso Comité Ejecutivo del BCE, los países del euro se han comprometido a respetar un equilibrio territorial.
(El consejero del Banco de España y futuro vocal español del BCE Eugenio Domingo Solans declaró anoche a Efe que la disputa franco-alemana «no tendrá secuelas» en los mercados. A su regreso de unas vacaciones en la isla de Madeira, Domingo Solans manifestó su satisfacción por el nombramiento y consideró la disputa sobre la presidencia del Banco Central un «conflicto resuelto» y «agua pasada».
Domingo Solans declaró que la pugna entre Alemania y Francia sobre el nombramiento de Duisenberg «no tendrá secuelas» y que las bolsas no se verán afectadas, porque los mercados financieros seguirán dominados por un sentimiento de estabilidad. Y explicó que la posibilidad de su designación para el BCE la conocía a través del ministro de Economía y Hacienda, Rodrigo Rato: «Le dí mi conformidad y mi agradecimiento», señaló).
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