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Entrevista:

MAITE PÉREZ LARRUMBE POETA "Poetisa suena a cursi, y poeta entraña ya cierta humildad"

Maite Pérez Larumbe (Pamplona, 1962) acaba de publicar Mi nombre verdadero en la editorial Pamiela, un fascinante libro de poemas sobre las mujeres de la Biblia. Licenciada en Geografía e Historia, obtuvo el premio Antonio Oliver 1991 y ha publicado El nombre que me diste (1993) y participado en diversas antologías de poesía como Antología Poética Vasca a los 50 años de Gernika o Emakume olerkariak/Poetas vascas. Pregunta. ¿Cómo se le ocurrió escribir sobre las mujeres de la Biblia? Respuesta. Me atrae dar lecturas diferentes a los mitos femeninos como Penélope, que ya había tocado antes. Los mitos grecolatinos tradicionales están muy trabajados, pero los mitos de la Biblia, a los que muchos accedimos siendo pequeños, no lo están. Yo he sido una gran lectora del Antiguo Testamento y estas mujeres se han repetido iconográficamente hasta la saciedad, pero no en la literatura. Son mujeres importantes a las que apenas se dedica atención.P. ¿Es fiel al diseño bíblico de sus personajes? R. Es un desarrollo libre. Como poema es válido sin acudir a la fuente, aunque sí incluyo citas para dar referencia de lo que pudo ser la vida de esas mujeres, de las que se nos dice tan poco. En el caso de la mujer adúltera, apenas se nos indica que la van a matar porque ha sido adúltera. Yo me imagino aquella situación y reconstruyo el sentimiento de aquella mujer, sorprendida y condenada a morir, mientras es arrastrada a la lapidación, para crear el mundo de la evidencia pública, de la vergüenza que también subsiste hoy en día. P. ¿Por qué escribe poesía? R. Porque es lo que sé hacer. No hay más razón. Es un perfecto ejercicio de condensación, de síntesis, de creación de cosas pequeñas pero redondas y perfectas. Un poema es como una pequeña obra de arte que te pueden llevar contigo porque puedes aprendértelo de memoria. Tiene la virtud de referirse a tu experiencia y sentimientos personales en un plano más emocional que discursivo. P. ¿Cómo define usted su trabajo? R. Quienes la conocen dicen de ella que es cerebral pero apasionada, términos aparentemente contradictorios. La repetición de sustantivos abstractos, la variación de tipos de poema, unos más narrativos, otros más rítmicos, son producto de una escritura espontánea. P. ¿Es poeta o poetisa? R. Poeta. Poetisa me suena a señora con encajes, algo cursi, aislada e incluso solterona. No me gusta la palabra. P. ¿Qué referentes poéticos cultiva? R. Además de los clásicos como Quevedo o San Juan de la Cruz, que es maravilloso, me encantan Cernuda, Vallejo, Ángel González, José Hierro, Salinas y tantos otros... P. Escribir en este país era llorar. ¿Escribir poesía ahora sigue provocando lágrimas? R. Ser poeta entraña ya una cierta humildad, de manera que escribir poesía hoy no es para echarse a llorar. Escribir en una ciudad pequeña tiene además la gratificación de un contacto directo con muchos lectores. Es evidente que se lee bastante poco y que incluso los universitarios han renunciado a la lectura placentera, de una novela o un poema. Hay un empobrecimiento real que no entiendo. En mi infancia y juventud había muchos libros que te abrían mundos que no se habían explicado de otro modo. Recuerdo haber padecido estremecimientos físicos leyendo algunas escenas a los 14 años. P. ¿Le ha costado llegar a publicar sus obras? R. Mi experiencia personal ha sido sencilla. Llevé el libro, les gustó y lo publicaron. Es el sistema que conozco.

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