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Separadas de sí mismas

Un equipo de 20 personas opera con exito en La Paz a dos niñas siamesas de 16 meses que nacieron unidas por la pelvis

Sus cuerpos pegados estaban condenados a vivir en una cama. Samya y Salma, dos niñas marroquíes, nacieron selladas hace 16 meses. No conocieron otra casa que un hospital de Rabat. Su único horizonte era el techo de la habitación. Su único movimiento, yacer boca arriba o boca abajo. Imposible ponerse de pie. De la misma pelvis salían los dos cuerpos. Era como un cuerpo tumbado con otra cabeza a los pies. "Imagínense que es como si una persona normal se coloca sentada enfrente de un espejo", apuntó ayer Arturo Cimarra, cirujano traumatólogo infantil y uno de los 20 especialistas que lograron despegarlas el pasado martes en el hospital La Paz, de Madrid.

A este centro llegaron solas hace un mes derivadas del hospital Avicena, de Rabat. Sus padres, campesinos sin recursos, no pudieron acompañarlas en el viaje que organizó la Agencia Española de Cooperación Internacional, del Ministerio de Asuntos Exteriores, en colaboración con la ONG Tierras de Hombres.

Durante ese mes, Samya y Salma tuvieron que someterse a abundantes y complejos estudios de su particular cuerpo. A los especialistas les sorprendió el grado de independencia que ofrecían los órganos de las dos niñas, por lo demás, "muy guapas y despiertas", según las describen los médicos que las atienden. "Y con ganas de guerra", rematan. Con ellas se comunican en francés y chapurreando español. Tienen a todo el personal comiendo en sus manos "porque son muy simpáticas".

Ambas traían de Rabat su cabeza, sus dos brazos y sus piernas. Y lo que es más importante, cada una contaba, para su suerte, con sus propios órganos vitales. Pero compartían: una vejiga, parte de la médula espinal, del aparato uro-genital, del recto y de los huesos pelvianos. Por eso hizo falta un equipo complejo de especialistas en seis áreas (cirugía plástica, neurocirugía, ortopedia, urología, cirugía general y anestesia) para someterlas a una intervención magistral, "que a pocos seres humanos se les puede practicar", opinó el jefe del departamento de cirugía infantil de La Paz, Juan Tovar.

Y a las 8.00 del pasado martes se inició la separación -que duró 12 horas-, en la que un total de 60 sanitarios tuvieron algo que ver. Las niñas también estaban acompañadas en el quirófano de un especialista venido del hospital de Rabat. Sólo en anestesiarlas se tardó tres horas. "Después tuvimos que romper la pelvis, bajarla, así como los pubis, y juntarlos por abajo para crear un anillo pélvico", relata Cimarra. A las 17.00, una vez que cada una se había liberado del otro cuerpo para continuar viviendo, el equipo quirúrgico se dividió en dos y cada uno se fue a un quirófano diferente a continuar con la reconstrucción de esta forma de generalidad unida, comúnmente llamada siamesa. O un "capricho de la naturaleza", como lo definió Tovar. Hasta las 21.30 no culminaron la intervención.

La sensación que recuerdan tras la salida del quirófano es "primero de satisfacción, segundo de disfrutar de lo que habíamos hecho, de lo bien que nos habíamos llevado todos en la operación y del ambiente relajado", relata el cirujano traumatólogo infantil. Definen la experiencia como "auténticamente deliciosa", aunque aún no han olvidado el dolor de espalda que sacaron de la sala de operaciones. Lo celebraron poniéndose "ciegos" de croquetas y tortilla de patatas. Ninguna de las dos ha quedado más favorecida que la otra, aseguran los especialistas. "Los riesgos están bastante equilibrados", afirma Tovar.

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Aunque los artífices de la operación no pueden predecir hasta qué punto van a funcionar los órganos, el precio de separarlas es que falle alguno de ellos. Del que más temen es de la vejiga, que al ser el que hubo que repartir, les deje como secuela una incontinencia urinaria.

Pero también es una incógnita cómo responderán unas piernas que ni saben lo que es gatear por el suelo. "Desde el punto de vista teórico creemos que puedan caminar", aventuró Cimarra. "Pueden ser o no normales sus condiciones de vida, pero es una pena que se hubieran quedado como estaban. Ahora necesitamos saber si tienen déficit de parálisis", concluyó.

De lo que posiblemente no se van a escapar es de algún proceso de rehabilitación y tampoco se descartan más operaciones. Aun así, los médicos se sienten "muy optimistas". Unas radiografías de control "excelentes", avalan su entusiasmo. Para comprobarlo hay que esperar a que se despierten, posiblemente hoy, de la anestesia. Aún permanecen en la UCI, con ventilación asistida. "Esperamos ver correr a estas niñas, aquí o en Marruecos, si nos invitan", sentenció el cirujano infantil, antes de que el equipo, flamante, se despidiera tras presentar la operación. Aunque nadie se atreve a predecir cuándo.

Gran parte del tratamiento lo pueden llevar a cabo en Marruecos, según los especialistas, pero las revisiones, "que se intentarán reducir al máximo", serán en Madrid.

Los nacimientos siameses ocurren en uno de cada 150.000. La última vez que se enfrentaron en La Paz con un caso fue hace cuatro años. Pero los pares corrieron peor suerte, porque compartían un corazón que no soportó la separación.

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