Efectos inmediatos
Una iniciativa política se convierte en acontecimiento cuando las circunstancias juegan a su favor. Éste ha sido el caso de las primarias socialistas. Y precisamente por ello se están produciendo efectos inmediatos. Efectos inmediatos entre los propios socialistas, que después de la sorpresa se encuentran metidos en la tarea de empezar a diseñar un partido de geometría variable. Una apuesta que, aunque ahora la salden con un apaño, no deberían perder de vista si quieren contar con la complicidad de aquéllos que todavía entienden la vida como pertenencia activa al mundo. En un futuro próximo en que la consulta directa a los ciudadanos se podrá hacer de modo casi instantáneo, los partidos deberán diseñar mecanismos para no convertir cualquier desautorización de la dirección en una crisis.
Efectos inmediatos en los otros partidos. A poco que el PSOE no se pierda en querellas por las cuotas de poder interno, los partidos que se resistan a adoptar las primarias aparecerán como organizaciones arcaicas, miedosas de la militancia. Los partidos monolíticos, al servicio del líder-presidente, en los que todo transcurre en la opacidad de la servidumbre, pueden tener los días contados. Efectos inmediatos en la vida política española. El PSOE recargado de autoestima está en condiciones de asumir la política de oposición que hasta ahora había brillado por su ausencia. Reaparece la posibilidad de unas elecciones competitivas, lo cual es siempre un motivo de activación de la vida democrática. No sería de extrañar que los rivales de los socialistas aplazaran en lo posible los calendarios electorales para dejar que la espuma baje.
Y, especialmente, efectos inmediatos en la vida política catalana. El pasado lunes, Pasqual Maragall reaccionó con reflejos desde su atalaya romana. El éxito de Borrell, vino a decir en Catalunya Radio, da a entender que existe la voluntad de cambio que ponía como condición para ser candidato a la presidencia de la Generalitat. Es el anuncio más explícito de su eventual candidatura hecho hasta ahora. Aquella misma mañana, Borrell desafiaba a Convergència negándole cualquier derecho a otorgar certificados de catalanidad.
Desde posiciones nacionalistas se pone el énfasis en las diferencias: la transversalidad maragalliana y la verticalidad borrellista, como dos opciones incompatibles. Pero Mara-gall entiende que la razón del éxito de Borrell no estriba tanto en sus opciones políticas (su reputación jacobina, su perfil izquierdoso, su condición de catalán no nacionalista) como en su imagen de personalidad autónoma, a-orgánica, que tiene opinión propia y que se resiste a la resignación histórica del PSC. Si alguien entre los socialistas catalanes tiene una imagen parecida es el propio Maragall, que nunca tuvo relaciones cómodas con lo orgánico, que tiene fama de ir por libre, y que antepone sus dudas y sus intuiciones a las certezas del partido. Maragall ha visto que tiene espacio para subirse a la cresta de la ola que ha impulsado a Borrell. En una entrevista al diario Avui, Maragall expresaba ayer su disposición a participar en unas primarias socialistas para designar candidato a la Generalitat. Ahora entre los socialistas no hay legitimidad que no pase por las urnas.
¿Y Borrell? Borrell ha empezado atacando a los nacionalistas y lamentando la pasividad de su partido en este terreno. Como decía un amigo, Borrell no va como una moto, es una moto. ¿Necesidad de afirmar su personalidad frente a la dirección del partido o voluntad de cambiar el marco político? Borrell ha discrepado siempre de un principio que los socialistas catalanes han convertido casi en un mito: sólo se pueden ganar las elecciones autonómicas en el terreno de los nacionalistas. Borrell ve que los socialistas catalanes siempre ganan las legislativas y siempre pierden las autonómicas, que entre unas y otras mucho ciudadano se queda en casa, y trata de abrir el campo de juego. ¿Es incompatible con la estrategia de Maragall? No forzosamente. El tándem Maragall-Borrell podría demostrar políticamente lo que todo el mundo sabe: que Cataluña es algo más que el universo nacionalista sin que por ello tenga que perder sus hechuras. Dicen que Pujol ha dado instrucciones de no responder a Borrell. ¿Habrá intuido el president que en la estructura social de Cataluña han cambiado muchas cosas y que estos cambios acaban teniendo traducción política?
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