Almunia
Aunque los políticos profesionales son sordos solemnes, usted nos ha pedido nuestra opinión y creo que la pedía de verdad porque ha demostrado que todavía quedan demócratas entre los dirigentes de su partido. La derecha reduce la política a una gerencia económica, pero la izquierda debería proponer, por encima de cualquier eficacia, un modelo de participación cívica. En este sentido, usted, señor Almunia, es un rarísimo ejemplo de demócrata y nos ha devuelto la confianza a muchos simpatizantes de la izquierda, de modo que continúe de secretario y cumpla con su obligación, si puede. Le confieso, sin embargo, que yo también habría votado por Borrell. Quizás sea injusto, pero pesaba sobre su candidatura la sombra aplastante de la oligarquía socialista. Los oligarcas creen que los militantes, los votantes, la gente, son un ornamento de su poder, algo imprescindible pero fastidioso. Ese narcisismo, que en el caso de Cataluña roza la psicopatía, es la causa real del descrédito socialista y no los estúpidos y los truhanes, una fauna de la que no es posible liberarse. Pero la semana pasada ustedes han demostrado que el partido socialista puede ser, a pesar de todo, un verdadero partido político y no una correa de transmisión de los intereses económicos de sus empleados y de sus dirigentes.
El independentista Ángel Colom lo comentaba así: «Han jugado con fuego y se han quemado». Nadie más indicado que él para afirmarlo; a los políticos narcisistas les espanta como el fuego consultar y representar a sus bases. Pero vea: ni ha ganado Borrell ni ha perdido usted; han vencido sus militantes y simpatizantes. De golpe, Aznar, Pujol, Arzalluz o Anguita están hoy menos legitimados que ustedes. Quédese, pues, en buena hora, señor Almunia.
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