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Reportaje:

Extorsión en la frontera

Juicio a 23 gendarmes franceses, acusados de chantaje y robo en la autopista A9

La autopista A9, que parte desde la frontera española con Francia hacia Perpignan, es mucho más segura desde hace unos meses. Tal y como habrá comprobado más de un camionero español, el riesgo de extorsión monetaria o de mercancías ha desaparecido tras la detención de 23 gendarmes motorizados de la brigada de Rivesaltes. Ahora, cuando los gendarmes del peaje de Boulou exigen los permisos de conducir, no hace falta incluir un billete entre la documentación para ahorrarse problemas mayores. Estos tipos, que empezaron jugando a los ladrones y terminaron comportándose como verdaderos bandidos de uniforme, han estado declarando ante el tribunal correccional de Perpignan, que les juzga por tráfico de alcohol, robo y extorsión de dinero y mercancías. La sentencia se conocerá a primeros de mayo. A la vista de su actitud en el proceso, no puede decirse que su condición de policías les distinga mucho de cualquier chorizo . «Firmé la declaración de culpabilidad presionado por la amenaza de cárcel»; «uno no tiene las ideas claras cuando ha sido aislado en una celda», han comentado estos días, más bien cabizbajos, despojados del aire prepotente que exhibían cuando actuaban como amos y señores de la A9. La presidenta del tribunal, Marie Conte, les ha reprochado su actitud, que consideró impropia de profesionales de la policía. «Ustedes se defienden con los mismos argumentos que los delincuentes vulgares; ¿creen verdaderamente que el tribunal va a creerles?», les ha reprochado indignada.

El juicio ha mostrado clamorosamente lo equívoco de las creencias que reducen estas prácticas de la extorsión policial a los países subdesarrollados. Los gendarmes de la brigada de Rivesaltes (Pirineos Orientales) no actuaron por su cuenta. Toda la brigada, empezando por su comandante, Edmond Rochette -para quien el fiscal pide cinco años de prisión-, estaba implicada en el tráfico de alcohol, que los gendarmes compraban en el puesto fronterizo de Perthus, en los robos y en la extorsión. Los agentes que, como el novato Christophe Bézes, optaron por denunciar las actuaciones de sus compañeros, recibieron como respuesta unas palmadas paternalistas o fueron expedientados. Los investigadores policiales que descubrieron el juego encontraron en el cuartel de la brigada un verdadero bazar de bebidas, alimentos y todo tipo de objetos, además de radiocasetes y de tres pequeños cerdos que habían pasado a formar parte de la comunidad de los agentes.

Precisamente, la mención a este hallazgo ha ofrecido momentos de hilaridad entre los asistentes al juicio. Interrogado por la magistrada, uno de los gendarmes explicó la presencia de los tres gorrinos como fruto de la generosa donación de un camionero holandés, deseoso de premiar a los sacrificados agentes de la ruta. Menos cínico, otro de sus compañeros ha señalado al tribunal que los animales permanecían en el cuartel «para ser alimentados», ya que disponían de pienso de alta calidad, obtenido de una extorsión anterior.

La carcajada general estalló cuando, a preguntas del fiscal, un agente indicó candorosamente que ignoraba la procedencia de los cerdos porque él se había limitado a recogerlos en una cabina telefónica.

Aunque las víctimas potenciales de la extorsión -presentada por los inculpados como una forma de «completar el sueldo» y justificada por la de- bilidad humana- eran todos los viajeros de la A9, la brigada de Rivesaltes tenía una inclinación especial por los «Yo sólo extorsionaba a los marroquíes», ha repetido uno de los policías, sin comprender el escándalo que estas palabras suscitaban en la sala. Como cabía suponer, vista la actitud de los bandidos de la ruta, los gendarmes compaginaban las prácticas de robo con la dureza y hasta el sadismo en las detenciones de sospechosos. Algunos testimonios describieron escenas en las que los detenidos aparecían desnudos con una cuerda colocada en el cuello y una diana pintada en el pecho.

La impunidad que les garantizaban sus jefes les llevó a algunos a poner en circulación unas insignias características de la brigada que, adquiridas por los usuarios de la ruta a precios accesibles, actuaban de salvoconducto en los controles instalados por la banda motorizada de la A9.

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