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Tribuna
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Las bases

Las bases del PSOE han escogido en libertad, frente a las indicaciones del partido programa, superando su predestinación de obediente partido máquina. También han votado en contra del agorerismo mediático, cuando no de la confabulación mediática para presentar a Borrell como lo políticamente incorrecto . Estamos ante una de las peripecias más estimulantes de la transición, ante una rebelión cultural avanzada, porque se ha votado por un candidato variadamente incómodo, diversamente incorrecto, que sonaba a ruido, incluso a estropicio de los códigos establecidos. No sólo era considerado inconveniente por buena parte de los barones del PSOE, sino que incluso le habían agredido adjetivalmente dirigentes del PNV, y Pujol ha recordado lo incómodas que fueron las relaciones entre la Generalitat y el ministerio dirigido por el leridano errante. Las bases han apostado por un sistema de señales emitido por Borrell resumibles en cuatro: izquierdismo, experiencia de gobierno, rigor intelectual, independencia con respecto al aparato. Serán cuatro señales difíciles de mantener, porque el socialismo democrático atraviesa un periodo de crisis de identidad y, de prosperar los criterios de Blair, incluso no tardará en dejar de autollamarse socialismo. Está claro que Borrell ahora no puede seguir siendo independiente con respecto al aparato y, por tanto, o él cambia al aparato o el aparato lo secuestra y lo inutiliza, como ya ocurrió en Cataluña con Joaquim Nadal. Puede autolimitarse a ser brillante candidato frente a un opaco Aznar, pero, si no compensa las expectativas creadas como renovador del código ético y político del PSOE, las mismas bases que han dado tan estimulante lección de laicismo militante pueden sentirse estafadas, así como una izquierda extramuros que se ha apropiado de esta victoria como si les fuera en ella la esperanza como virtud nada teologal.

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