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Crítica:CRÍTICA» CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sin ánimo de ofender

Pinchas Zukerman Obras de Beethoven / Mahler y Mozart. English Chamber Orchestra. Solista y director: Pinchas Zukerman. Palau de la Música, Sala Iturbi. Valencia, 21 de abril 1998.Parece que nadie se está tomando en serio el tema de la música en la ciudad de Valencia. Desde el mea culpa que los propios medios de comunicación deberíamos entonar más de una vez, hasta los aficionados que no respetan las más elementales normas de cortesía (vaya "concierto de toses", el del pasado martes en el Palau de la Música), hasta los músicos que se limitan a cumplir rutinariamente y a cobrar sustanciosos cachés, pasando por los caóticos organizadores de nuestra vida musical. El concierto del pasado martes en el Palau podría servir como ejemplo de lo que no es la música. Vino como solista uno de los más grandes violinistas de la actualidad, Pinchas Zukerman, casi una leyenda en vida. La English Chamber Orchestra, bien conocida por el público valenciano, es una de las formaciones con mayor prestigio en el mundo, a la que difícilmente cabría negarle el sentido de la profesionalidad. El programa, más discutible, incluía el extraño arreglo del Cuarteto en fa menor Op. 95 de Beethoven realizado por Gustav Mahler para orquesta de cuerda. Obra que casa mal, o no casa en absoluto, con las dos obras de Mozart que siguieron: Concierto para violín nº 5 y Sinfonía nº 29. En la partitura de Beethoven / Mahler ni por asomo se advirtió que Zukerman tuviera una idea propia de la música que oficialmente estaba dirigiendo. Los instrumentistas de la English Chamber Orchestra leyeron las notas con ese tipo de desgana que hace de la ejecución un acto rutinario, ajeno al espíritu de la música. Coqueteo con la música En el Concierto para violín nº 5 de Mozart Pinchas, Zukerman lució lo que todo el mundo conoce: una admirable destreza técnica, un sonido rico y vibrante... y nada más. Su batida de compás con el pie mantuvo el interés de la preciosa partitura por debajo de cero grados. Como si la cosa no fuese con él, Zukerman se dedicó a coquetear con una música que, al menos ésa fue la impresión, ama bien poco. La Sinfonía nº 29 de Mozart fue la última oportunidad desaprovechada de que orquesta y director ganaran su derecho a que este concierto permanezca en el recuerdo. Dicho todo ello sin ánimo de ofender, convendría ahora que los responsables de la programación del Palau de la Música de Valencia se plantearan en serio si esta política de acumular conciertos multimillonarios y de nulo interés artístico sirve realmente para algo. Como no sea el apalancamiento de las personas en cargos de confianza política. Y ésta, al final, también acaba por perderse.

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