Romería
JAIME ESQUEMBRE La ciudad de Alicante quedará mañana cerrada al público. Es el día en que los alicantinos, en masa (150.000 almas el año pasado), se calzan playeras, se enfundan ropa vaquera o chándal, llenan la mochila con la habitual tortilla de patatas y, caña en ristre, peregrinan hasta el caserío de la Santa Faz para visitar la reliquia que celosamente guarda su monasterio. Lo vienen haciendo desde antes de que Occidente supiera de la existencia del continente americano, allá por el siglo XV. Claro que no todos acuden al templo. La romería ha superado su inicial motivación religiosa para convertirse en el evento social de mayor participación ciudadana de cuantos se celebran en Alicante. Se trata de un día de campo que sirve para hacer ejercicio (ocho kilómetros sobre el asfalto) y de paso, para que el personal cubra su cuota anual de masoquismo. Es un martirio sólo comparable con la arena de la playa de Benidorm un 15 de agosto. No hay espacio para todos, y uno acaba comiéndose el obligado rollito de anís y bebiéndose la copa de mistela o cantueso sobre la chepa del paisano que le toque al lado, y seguro que te toca uno, cuando no una familia entera con los niños dándole a la pelotita o saltando a la comba. Para entonces, la tortilla está hecha un asco, y te planteas como alternativa robar una empanadilla al vecino distraido o hacer uso de los codos para abrirte hueco en alguno de los chiringuitos instalados en el caserío. Una delicia. Mientras los curas se empecinan en cantar una misa de campaña a las puertas del monasterio, un río de gente camina imperturbable y directo hacia el mercadillo, inequívoca esencia de la romería. Se completa allí la odisea con la compra de un botijo que a los pocos días acabará en la basura, o una medallita conmemorativa para regalársela a la abuela, que siempre agradece el gesto mientras deposita la insignia en un cajón que no cierra de tantas que tiene acumuladas. Pero tampoco es cuetión de romper una tradición de cinco siglos. Mañana, pues, todos a la Santa Faz, como está mandado.
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