"El arte ha dejado de ser un lenguaje transcultural", asegura Catherine David
"La idea de que el arte es un lenguaje universal, transcultural como el esperanto, ha dejado de ser cierta", piensa Catherine David, la última responsable de la Documenta de Kassel. David ha sido la primera mujer en dirigir la más importante muestra de arte contemporáneo en cuanto referencia inevitable de la producción artística de este fin de milenio. Fue comisaria del Museo Pompidou y del Jeu de Pomme, de París, y actualmente lo es de los Museos de Francia. Ayer pronunció en la Universidad Internacional una conferencia sobre El impacto de los encuentros internacionales de arte y reflexionó sobre el fenómeno de la globalización en el campo de la creación artística. "Es imposible utilizar criterios universalistas", asegura, "porque lo que ha producido la globalización es todo lo contrario. La globalización se caracteriza por la circulación acelerada y por los conflictos entre los géneros, las tradiciones y los diversos guiones. Incluso parece que ni siquiera estemos de acuerdo en términos de narraciones. Está en cuestión la visión teológica de las vanguardias históricas". Si algo puede decirse de su proyecto para la Documenta es que fue polémico. Ha quedado para la historia su enfrentamiento con la prensa el día de la presentación. Pero David no se arredra por ello y se justifica: "En Kassel había un problema de organización; un trabajo cultural no es una empresa cualquiera, debe generar un tipo de actitud diferente, especial. Cada exposición tiene su mundo o debería tenerlo". Tampoco se arredra ante la escasez de dinero público para la cultura en los tiempos que corren. "Los recortes presupuestarios", asegura, "nos empujan, cada vez más, a pensar y ver cómo podemos economizar y sacar adelante los proyectos". La Documenta, explica, tiene un presupuesto reducido, de sólo 20 millones de marcos (1.720 millones de pesetas), de los que ocho provienen de fondos públicos y el resto de los recursos que genera el propio acontecimiento. Tres millones se consiguen de los patrocinadores, que además aportan bienes de un valor difícil de calcular, sea por la publicidad o por el uso de sus infraestructuras. Para David, el gran reto al que se enfrentan el arte contemporáneo y las grandes exposiciones nace de la "industrialización de la cultura" y de la necesidad de que cada acción cultural sea un "acontecimiento" y reciba este trato desde los medios de comunicación. Esto supone, dice, una obvia utilización del arte contemporáneo por parte del estamento político como un sistema para potenciar su imagen. "Los museos de arte contemporáneo tienen que ver más que nada con las estrategias de imagen. Somos rehenes de una situación económica y de las estrategias de imagen". La comisaria de la X Documenta considera que el concepto de internacionalidad ha cambiado radicalmente. "¿Qué es internacional? ¿Hablamos de metropolitano o de no metropolitano? El mapa del arte contemporáneo es mucho más amplio y mucho más complejo que el que suponía el clásico reparto entre las metrópolis como Nueva York, París, Madrid, o Londres. Hay que hablar de China, de Singapur... hay que admitir la extrema heterogeneidad de las prácticas artísticas contemporáneas". Acto conflictivo "Cada vez es más obvio que desde los años cincuenta el acto estético es un acto totalmente conflictivo, con jerarquías y con áreas de competencias de conocimiento específicas. Es un trabajo de articulación de los campos de la cultura. Algo que queda muy claro en exposiciones como la de Matta Clark, que mostró recientemente el Macba". Para David, el arte de nuestro tiempo es inidentificable y, hasta cierto punto, refleja las teorías deconstructivistas. "Es un desmontaje y una rearticulación de los dominios del conocimiento", sentencia. "¿Cuáles son los centros del Imperio?", se pregunta. "Ya no sirve la noción de centro y periferia, porque en las provincias del imperio no se ha producido un mimetismo, no se copia el modelo, sino que se hace más complejo y lleno de matices. En el campo de las artes visuales nos hace falta un trabajo como el de Edward Said, para desvelarnos este fenómeno. Las complejidades de la modernidad provienen de la integración de elementos ajenos a los sistemas críticos occidentales".
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