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GOLF MASTERS

¿Dónde está el 'Tigre' feroz?

Carlos Arribas

Desde el martes están en la sala de prensa del Masters y si ayer domingo no resucitaba, que no resucitó, allí seguirán, acumulando, polvo. Un montón de folios grapados con la última biografia revisada y aumentada de Tiger Woods debería haber sido el primer producto de consumo inmediato, pero las grises prestaciones del último fenómeno del golf en el torneo que le lanzó al estrellato hace sólo un año les ha hecho impertinentes. A su lado, el montón dé revistas que cuentan la vida de la leyenda Jack Nicklaus se multiplicó por cero nada más ser colocado en la estantería. Y eso que ambos, el Tigre y el Oso Dorado, compartían el mismo resultado (- 1, a cinco golpes del líder) antes de comenzar la última ronda. Pero uno tiene 22 años y es el fenómeno del siglo Y-XI, y el otro tiene 58 y, en teoría, debería, estar cuidando a sus nietecitos.¿Dónde está el Tigre feroz que todos anunciban devastador? ¿Qué le ha pasado? Hace un año llegó al domingo con nueve golpes de ventaja sobre el segundo. Se pensaba que había demolido por los restos el campo de Augusta y hasta el valor del Masters como gran torneo de golf. Su valor siguió creciendo cuando batió por un golpe el récord del campo, propiedad hasta entonces de Nicklaus. Hasta el mismísimo oso pronosticó: "Este chaval ganará 10 Masters". Y, teóricamente, la segunda chaqueta verde es más fácil de conseguir que la primera: se sabe cómo hacerlo y no se tiene la presión que da la frustración de no haberlo conseguido. Pero nadie contaba con que el viento se aliaría con el Augusta National Golf Club para que el campo se tomara su dulce venganza y susurrara una vez más su sentencia: "A quien debe vencer el jugadores al campo, y no a sus rivales". 71-72-72 fueron las tres primeras rondas de Woods. Y hasta daba gracias por ello. "Los 72 golpes del viernes son los mejores 72 que he logrado en mi vida, dadas las circunstancias". Woods, jugando a la defensiva, agarrándose al campo para arañar golpes, quién lo iba a decir hace un año.

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Woods confesó sus debilidades. "Sabía dónde quería poner la bola, pero no supe ponerla allí", dijo. "Jugué casi todos los hoyos desde el lugar más dificil. Tuve problemas con el swíng". Augusta es un campo especial: beneficia al que juega bien, con dominio de todos sus medios, inteligencia y prudencia, pero castiga duramente al torpe. Es igual de fácil de conseguir un birdie que un bogey: eso es justicia. Y Woods jugó torpe. Desde el principio: en el hoyo 1 del sábado se acabó en 113 su racha de hoyos jugados sin dar tres putts. Hizo un juego que le tendría que haber mandado al pozo, pero su calidad le permitió sobrevivir.

Y pese a todo, pese a que hasta la televisión dejó de dar todos sus golpes, pese a dejar de ser el centro de todas las atenciones y el único destinatario de los hurras del público, la estatura humana del Tigre creció. No es un tigre de papel, no es un bluff. En la desgracia no se hunde

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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