Olazábal mantiene viva la llama
Fred Couples se destaca en el liderato ante la última jornada
José María Olazábal está rodeado. Norteamericanos de todos los pelajes le envuelven en una clasificación que le ve colocado en séptima posición, con su segundo Masters al alcance. El vasco, que no cumplió con sus expectativas en una tercera ronda en la que el viento se retiró y el duro campo se dejó hacer juego preciosista, se mantiene en liza pese a todo. Bajó del par de nuevo (71 golpes) y sigue estando, como el viernes, a cuatro del liderato. También como el viernes, y también como el jueves, el líder es el local Fred Couples. El torneo sigue abierto, más abierto si cabe, y todos los que se encuentran bajo par (13) creen que tienen algo que decir el último día. Y, entre ellos, Olazábal. "Todo depende de mí", dijo.¿Regreso al pasado? Después de tontear con el siglo XXI vía Tiger Woods, Leonard y Els en el 97, ¿el golf del 98 se presenta para recuperar a figuras del armario de los recuerdos? Eso parece proponer el Masters de Augusta, el primer grande de la temporada. Disputada la tercera ronda lidera el torneo nada menos que Fred Couples (-6), el yerno favorito de América a sus 38 años, cuyo único grande, precisamente el Masters, se remonta a 1992; a dos golpes, y segundo, nada menos que Mark O'Meara (41 años, de la generación de Ballesteros); empatado con él a - 4 está Paul Azinger (38 años): su última victoria en el circuito es precisamente un grande, el Campeonato de la PGA de 1992; su última victoria en la vida fue superar un cáncer en el hombro que le tuvo en paro en 1994.
Detrás marchan tres jóvenes que llevan años reclamando un triunfo sobre los mejores los mismos años que han demostrado su falta de carácter en los momentos decisivos: el zurdo Mickelson, el moderno Duval y el triste Furyk. Más abajo, Olazábal y otra tanda de veteranos: el blando Haas y el duro Hoch. Y hay que seguir descendiendo, hasta el -1 para, escarbando entre los otros no norteamericanos -los grandotes Els y Montgomerie- y el Tigre que el año pasado revolucionó la historia, encontrar agazapado -igual que su magistral figura cuando se agacha sobre el putt, casi tocando la bola con la narices- a Jack Nicklaus (58 años), el jugador de otra época.
Tiraron tan poco los de arriba -bastante mediadas sus rondas, menos llegando al final- y ascendieron tan moderadamente los de abajo -fue el primer día en que hubo más jugadores que rompieron el par (22) que los que lo superaron (14), pero las mejores tarjetas (67, -5) las hicieron golfistas que andaban perdidos en las profundidades- que hubo que apretarse para hacer sitio en el marcador. Todo ello favoreció a Olazábal, quien temía que las benignas condiciones meteorológicas hicieran que el campo se dulcificara y se llenara Augusta de jugadores meteóricos, dejándole a él, el regular que intentaba arañar poco a poco, desplazado.
Al vasco le cambió la cara un magnífico birdie en el 18 (un putt de cinco metros empujado con infinito tacto y perfecta concepción del ritmo: la bola entró muerta en el hoyo). Era una recompensa a un trabajo que él sentía infravalorado. Haber acabado en el par después de haber jugado tan bien como el primer día le sonaba a frustrante. "He jugado bastante bien, pero no he conseguido un buen marcador". dijo. "He metido putts comprometidos para par y también he tenido oportunidades de "birdie".
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