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FÚTBOL 33ª JORNADA DEL LIGA

El Madrid ya no es de esta Liga

El Celta, con dos goles de Mostovoi, aún sueña con la Liga de Campeones

Xosé Hermida

El Madrid ya no es de esta Liga. Viajó a Vigo como a una estación en tránsito hacia su sueño de la Séptima, esa tierra prometida en la que confía en redimir su triste paso por el campeonato nacional. Ni un penalti muy discutido ni la oportunidad de disputar los últimos 20 minutos con un hombre más bastaron para sacar al Madrid de su indiferencia. El único que de verdad quiso ganar fue el Celta y simplemente con ese deseo pudo cumplir su propósito. El Madrid espera que Dortmund pueda olvidarlo todo. Claro que si falla en Europa el Celta hasta podría arrebatarle su retorno la próxima temporada a la Liga de Campeones.Es un tipo indolente y excéntrico, capaz de abandonar el césped por un arrebato infantil o desentenderse de un partido con los brazos en jarras en el centro del campo. Algún defecto tenía que haber en él, porque de otro modo parece difícil que Mostovoi continuase en el Celta. Pero el genio del ruso es tan grande que le basta un fogonazo para que la gente olvide sus desplantes y su irreductible individualismo. Uno de esos prodigios encendió anoche Balaídos. Mostovoi recibió al borde del área y con la insensatez, de los visionarios se emboscó entre tres defensas; cuando el público comenzaba a murmurar improperios, el ruso se cosió el balón a la bota, burló en un rincón a los sabuesos que lo acorralaban y disparó suave y cruzado.

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Prioridad al juego ofensivo

El fantástico gol de Mostovoi confirmaba la superioridad del Celta en la primera parte. Los vigueses se lanzaron al cuello del adversario desde el minuto inicial, y el Madrid quedó sin aire para salir de su arrinconamiento. Así, hasta que dio con el punto flaco del Celta. A Irureta le faltaba Mazinho, el futbolista que barre toda la suciedad del centro del campo y despeja los caminos para propulsar las carreras de Sánchez y Revivo. Sin Mazinho el Celta se partió por la mitad y el Madrid comenzó a entender que ante la endeblez viguesa en la zona ancha cualquier contragolpe era posible.

Simplemente con esperar atrás y buscar la espalda de Karpin e Ito, el Madrid logró sacarse de encima el asedio local. Muy justo de fútbol, aunque también muy punzante en sus escasas acometidas, el Madrid trasladó el miedo a las proximidades de Dutruel. Moriente hasta pició una ocasión increíble, con el portero tirado sobre la hierba. Pero los de Heynkes no estaban dispuestos a hacer grandes esfuerzos por torcer el rumbo del partido. En cuando el Celta se afianzó en el medio, el duelo volvió a ser un soliloquio gallego con la resistencia casi pasiva de un rival con la cabeza en otra parte.

El Celta tiró por la borda el fruto de su esfuerzo en el descuento de la primera parte. Tras un saque de esquina, nadie se acordó de marcar a Amavisca, que remató solo dentro del área y el balón tropezó en el brazo de Cadete. El público la tomó con el árbitro, pero con la misma razón podría haber censurado la negligencia de su defensa. El Celta volvió a salir volcado tras el descanso y se encontró con que Redondo le de volvía el obsequio. Fue un agarrón inoportuno en otro saque de esquina. La gloria del gol, aunque de penalti, se le brindó de nuevo a Mostovoi.

El Madrid siguió a lo mismo, indiferente y gélido. Cuando se estiró, lo hizo más por obligación que por auténtica fe. Ni siquiera tras la expulsión de Cadete fue capaz el Madrid de ofrecer sensación de poderío. Pudo empatar con una bolea de Seedorf al larguero, pero su estrechez de miras le acompañó durante toda la noche. El Madrid ha decidido jugárselo todo a una carta, a la dichosa Séptima, para olvidar que esta Liga ya no le pertenece.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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