"La perfección es indeseable"
Javier Rui-Wamba, junto al ingeniero aeronáutico José Ramón San Martín, leyó el pasado día 17 su discurso de ingreso en la Academia de Ingeniería. Ambos son los primeros miembros electos desde la creación de esta institución en 1995.Rui-Wamba (Gernika, 55 años, dos hijas) es ingeniero de caminos y ha intervenido en varias actuaciones asociadas a los Juegos Olímpicos de Barcelona, como la ronda del Litoral o la plaza de las Glorias. Colabora con Ignasi Solá Morales en el rescate cívico para Saint-Nazaire (Francia) de una base nazi para 16 submarinos, un bunker de 400.000 metros cúbicos de hormigón tan extenso como tres campos de fútbol, cubierto por una losa de siete metros de espesor.Rui-Wamba ha devenido de ingeniero a filósofo. Equipara la respuesta de los materiales con el comportamiento humano. En lugar de trabajar cinco días como el resto de los mortales, se mantiene en su despacho tres semanas seguidas y desaparece la cuarta en Formentera, en una casa sin teléfono, sin televisión y sin periódicos.
Pregunta. ¿Es su peculiar organización del trabajo lo que le permite disponer de tiempo para reflexionar?
Respuesta. Estoy muy satisfecho de haber decidido hace cuatro años dedicar los sábados y domingos a trabajar en la oficina, sin el asedio de los teléfonos, y así disponer de la tranquilidad que requiere un trabajo de creación y reflexión.
P. ¿Y los días que pasa solo en Formentera, cómo lo soporta su familia? ¿No se le hace difícil mantenerse aislado?
R. En mi oficina y mi familia descansan cuando yo me voy. Me parece que es un ejercicio altamente deseable para todo el mundo. Entre otras cosas, porque cuando uno vuelve y ojea los periódicos es capaz de darse cuenta de que si uno de los problemas que ha habido durante esa semana es que un partido televisado en Madrid se ha emitido con sonido. de otro que se celebraba en Barcelona [se refiere al cruce de imagen y sonido, en las retransmisiones de fútbol del 1 de octubre del año pasado], es que durante mi ausencia no ha ocurrido nada importante.
P. Con su ingreso en la Academia de Ingeniería se celebra el primer acto público de esta institución. ¿No hay suficientes? ¿Qué hace un ingeniero en una academia?
R. Hacía falta una academia específica de ingenieros, no sólo para su reconocimiento, sino para dar una opinión al Gobierno y al Estado sobre temas de su competencia. Así como para el lenguaje está la Real Academia Española, hay muchísimos aspectos que socialmente importan sobre los que esta academia tendría mucho que decir y opinar: el agua, el medio ambiente, las infraestructuras, las telecomunicaciones, arquitectura... Realmente, no hay ninguna academia que pueda opinar con independencia de estos temas que tanto afectan a la sociedad.
P. Su discurso de ingreso es sorprendente. Está lleno de aforismos técnicos trasladables al comportamiento de los seres humanos. últimamente parece desvelarse una cierta vocación humanista entre sus colegas.
R. Tenemos una imagen bastante determinista de lo que tenemos que hacer y no de lo que debemos hacer. Esa imagen tiene algún fundamento. Hay un amplio colectivo de profesionales que tenemos actitudes abiertas y reflexivas. Somos gente de ciencias que evolucionamos hacia las letras porque aprendemos la importancia de la comunicación. Mi discurso quiere seguir una preciosa tradición ingenieril cuya máxima expresión es el libro de Eduardo Torroja que apareció en los años sesenta sin ninguna fórmula, y que en el plano técnico, y exageradamente, tiene la misma trascendencia que el Quijote en la literatura española. Mi discurso trata de relacionar cosas tan aparentemene distintas como las similitudes de las infraestructuras con determinados comportamientos de los sees humanos..
P. Usted las expresa mediante aforismos.
R. El intentar sintetizar 32 años de mi profesión me ha llevado a la convicción de que los temas estructurales tienen bastante relación con el comportamiento humano. Hablo, por ejemplo, de la inestabilidad estructural, de la que se deduce la imposibilidad de la perfección que acaba en ruptura, de lo deseable de las imperfecciones. y del elogio muy claro de la amistad. De la necesidad de su apoyo para soportar las cargas de la vida. El amigo que nos apoya no necesita hacer grandes esfuerzos, pero tiene que estar en contacto para impedir, que nos desplomemos.
P. Explíqueme esa relación entre la fatiga de los materiales y la humana.
R. El descubrimiento de la fatiga viene de la revolución industrial. Con el desarrollo del ferrocarril se producían muchos accidentes por las roturas de ejes debidas a la tensión. La fatiga en los materiales y en las personas no se debe a la tensión, sino a su frecuencia y su variación. Cuando estamos sometidos a una tensión constante nos acostumbramos y nos pasa inadvertida. Lo que produce la fatiga son los tirones, los cambios de ritmo. Cada esfuerzo se va acumulando hasta que se rompe la vía o el puente. Habría que analizar estadísticamente si estos esfuerzos suponen un acortamiento de la esperanza de vida de la gente que los hace.
P. ¿Lo dice por experiencia? La primera vez que vino a Madrid, lo hizo en bici.
R. Vinimos cinco o seis compañeros de los jesuitas de Bilbao. Dimos la vuelta a España en 15 días. Cuando hablo de la alta competición me refiero a que es inhumana, acorta la vida. Pienso en la sabiduría de Induráin y en sus silencios. Él presentía que sus esfuerzos eran inhumanos y podrían tener consecuencias en él y en su familia.
P. Elogia la amistad, a Induráin y también a Juan Benet.
R.. Era un ingeniero extraordinario, capaz de sacar tiempo para escribir maravillosamente. Consiguió que en su empresa le permitiesen desarrollar todas sus capacidades. Cuando yo trabajaba en el plan sur de Valencia, en Cubiertas, escuchaba hablar en términos muy afectuosos de Benet. Contaban cómo un ingeniero que construía presas (la de Porma, donde escribió Volverás a Región) estaba aislado en un pueblito por donde pasó un circo. Le gustó tanto que se enroló un año en la compañía. Pero es una leyenda.
P. ¿También tiene ese alto concepto de Calatrava? Usted le entrevistó en un acto público hace poco.
R. Santiago Calatrava es un personaje extraordinario y admirable, aunque no se puede estar de acuerdo con todo lo que hace. Tiene un mérito indudable porque es capaz de llevar a cabo los proyectos que ha soñado. Los que estamos en la práctica profesional sabemos lo extraordinariamente difícil que es que las obras se parezcan a lo soñado. Por otro lado, y ya lo comentamos en el coloquio, algunas críticas a Santiago son válidas en cuanto destacan su descontextualización, como la torre de Telefónica en Montjuic o el puente de Mérida, cuya dimensión contrasta con el romano. Se le ha achacado con cierta lógica la búsqueda de la sorpresa estructural y su aparente desinterés por el coste de sus obras. Es un hombre excepcional que no creará escuela
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