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Tribuna
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Las primarias

Las llamadas elecciones primarias para designación de candidatos por el PSOE han levantado grandes esperanzas, a juzgar por los comentarios. El primer logro es ocupar un buen espacio en los medios de diversa clase; ya se sabe que el Gobierno genera más noticias que la oposición; ahora la oposición genera, durante meses, de momento, ese tipo de atención; es una forma de estar en el candelero, y en operaciones de buena factura democrática. Sería poco decente decir que se trata de una operación de imagen, pero da buena imagen si se ejecuta con limpieza.Estamos en un proceso de designación de candidatos por un partido. A los candidatos siempre los designa, en nuestra realidad, el partido; se trata de abrir el proceso de designación a personas, dentro siempre del partido, en los que va a contar, mediante el voto secreto, la preferencia de todos los miembros del partido en el ámbito de que, en cada caso, se trate. No se trata de un sistema asambleario, sino de una elección directa y secreta.

Se le ocurren a uno bastantes consideraciones sobre el futuro de la organización de éste u otros partidos, como consecuencia de la implantación de este sistema nuevo de selección. Mejor es dejarlo al tiempo de hacer predicciones inseguras. Pero hay lugar para alguna meditación.

El PSOE y otros partidos son, de hecho, organizaciones oligárquicas en las que se procede por cooptación; quizá con la excepción del PNV, de todos modos, que nadie se ofenda, porque los sistemas no son de cooptación en sentido estricto; hay filtros previos que dan a la realidad un tinte más democrático. En qué medida esta nueva técnica hará los partidos menos oligárquicos está por ver. Tampoco pienso que sea mejor una extrema inestabilidad que una moderada oligarquía.

Los partidos españoles son lo que podríamos llamar clientelares; la lealtad se afianza con un quid pro quo, que puede llegar a ser extremoso. Es aquí donde pueden caber las mayores posibilidades de cambio; y no tanto por las candidaturas a puestos más llamativos o notorios, como presidente del Gobierno o presidente autonómico. Pienso más bien, dentro de nuestro sistema electoral, en candidatos a diputados, senadores, diputados autonómicos y concejales. La fuerte disciplina de que, en general, dan muestra los elegidos para votar", se basa sobre todo en que la condición misma de diputado, dependiente en esencia del lugar que se ocupa en las listas, es algo que decide en gran medida eso que llamamos la cúpula correspondiente del partido; las nuevas primarias pueden aflojar ese vínculo casi sagrado; la lealtad que daría así algo más vinculada a la convicción, y a un razonable sentido de la conservación política; una legitimación directa desde las bases quizá permitiría algo más de actuación "personalizada". Tampoco pienso que ésto sea necesariamente óptimo. La disciplina es, también, un valor positivo para gobernar; y la autonomía (muy relativa) también puede dar lugar a actitudes, podríamos decir, de presión excesiva o, menos elegantemente, chantaje.

Y otra cuestión que no quiero dejarme: los miembros de un partido suelen ser gente un tanto extremosa en la defensa y convicción de lo que les anima; no en vano se llaman "militantes", que viene de milicia; las bases suelen ser más extremistas que sus jefes, que por la naturaleza de su función suelen estar más dotados de esa virtud cardinal llamada prudencia. Lo que tiene evidente relación con otra cuestión: las diferencias entre los candidatos: por algo hay que elegir; sobre todo para ciertos cargos, como el de candidato a presidente del Gobierno, si no hay diferencias programáticas los "militantes" tenderán a elegir por el talante de los aspirantes, y muchos tenderán a apostar por quien dé más satisfacción a sus vivencias como gentes de partido; al fin, por eso que llaman "carisma"; personalmente, tengo alguna prevención con los carismáticos; el carisma no sobra, en quien lo tenga, pero no es, ni con mucho, garantía de buen gobierno. Al fin, la elección por las bases puede tender a excluir a los moderados, dentro de cada partido; es decir, a los más próximos a otro partido adversario. Y esto puede no ser lo mejor.

En fin, a lo mejor los aparatos "se ablandan" en su operar; o aparecen las triquiñuelas que hagan del sistema pura fachada; el futuro dirá.

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