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FÚTBOL 30ª JORNADA DE LIGA

Camacho frena al Valencia

El Espanyol puntúa en Mestalla y rompe la racha del grupo de Ranieri

Iba lanzado el Valencia hacia la UEFA y apareció Camacho. Es decir, un equipo, el Espanyol, puro rocoso. De aspecto pendenciero y expeditivo. Sin complicaciones. Solventó así, por las bravas, sus muchas dudas en una segunda vuelta en la que había iniciado una cuesta abajo peligrosa. También es cierto que el Valencia actuó desafinado, afectado por una parte por la inexistencia de un lateral derecho de recorrido (estaban lesionados Angulo y Angloma), y por otro por la entrada tardía de llie, infinitamente más vertical que cualquier otro. Sobre todo que Ariel Ortega, que, desde la conducción innecesaria desde la media punta, paró más que lanzó el juego de su equipo. Fue una losa.Más físico que nunca, el Espanyol de Camacho propició una primera parte áspera, lijosa e ingobernable. A la tarea se aplicó con pasión el Valencia, muy desajustado por las ausencias de Angulo e Ilie. La falta del primero suponía la marginación de Mendieta a la banda y la consiguiente pérdida de su capacidad oxigenadora en el centro del campo. La suplencia del segundo, sacrificado tras su viaje con la selección rumana, dejó al Valencia sin opciones de intimidación en ataque. Tan sólo la del Piojo López, que le explicó un par de veces a Pochettino quién es el más rápido a este lado del Mediterráneo.

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El Espanyol, por su parte, presentó en Mestalla una faz de acero, tan habitual de otras veces, aunque sin los detalles luminosos de otras ocasiones. Camacho optó por la línea dura: prefirió que fuera Cobos y no Galca quien dirigiera al grupo y claudicó ante el buen estado de forma del díscolo Benítez, que jugó de inicio aunque fuese cosido al puesto de interior derecha. El paraguayo, sin embargo, no estaba para reivindicaciones. Se topó con la contundencia de Carboni y decidió que ésta no era su guerra. En cuanto a Esnáider, se entiende que Camacho quiera recuperarlo a base de minutos de juego, pero el delantero argentino dista muchos kilómetros de su mejor momento. Ouedec, por su lado, dispuso de la mejor (la única) ocasión de gol del Espanyol en la primera parte: envió al palo ante una salida desesperada de Zubizarreta.

Tras el descanso, salió llie, con todo lo que ello representa. O sea, peligro: verticalidad y gol. 0 casi. Unos segundos sobre la hierba y ya estaba poniendo a Ton¡ en un compromiso. El Espanyol se parapetó con todo sin ningún pudor. Se armó hasta los dientes y en la labor participó el mismo Benítez, que achicaba agua desde las inmediaciones de su portería.

Así las cosas, el Valencia fió su futuro al acierto de llie. Una vez más, de él dependía. Pero el rumano se sintió esta vez demasiado solo. Desamparado. 0 quizá no estaba Fino, aunque de él partiera lo más saludable del segundo tiempo. Porque Ortega fue, más que nada, una rémora. Un freno de mano en el juego dinámico de su equipo.

El público de Mestalla, no obstante, siguió fiel a su equipo. Tras varios meses de solazamiento, ha aprendido a quererlo. Aguardó educadamente hasta el final. Observó cómo le fue imposible al Valencia romper el cerco de Camacho.

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