_
_
_
_
FÚTBOL 29ª JORNADA DE LIGA

La fe lanza al Barça en Valladolid

Los de Van Gaal ganan en el último minuto su derecho a creer que la Liga tiene su nombre

Carlos Arribas

El Barça creyó en sí mismo y levantó un partido complicado, muy complicado. Un partido que sirve de reactivo absolutamente para comprobar el quién es quién en la Liga. El Barça marcha lanzado hacia el título. Siete puntos sobre un Madrid en descomposición a falta de nueve jornadas (y con un partido de reserva por si acaso). El Valladolid, que abrió la primera crisis azulgrana de la temporada con su victoria en el Camp Nou, sirvió de lanzadera para el cohete liguero en la vuelta. Como acostumbra. Si el Barça de Cruyff celebró su título de Weinbley goleando en Zorrilla, ayer festejó la Supercopa ganando en el mismo terreno. Pero su trabajo le costó.De entrada, el Valladolid no se echó atrás esperando la exhibición azulgrana. Desde arriba Víctor y Peternac empezaron a defender. Inteligentemente, con criterio. Cerrando la salida azulgrana por el centro. Con velocidad. Dejando que fueran los menos dotados técnicamente los que se vieran con el engorro de tener que sacar la pelota jugada. Es decir, rienda suelta al pelotazo. Es decir, la célebre maquinaria tardaba en funcionar. Y cuando Celades empezaba a alimentar las calderas, el Valladolid, que había tenido tiempo para plantarse bien en el centro, frustraba los últimos movimientos. Así, los cinco del Barça encargados de desequilibrar en el uno contra uno, se veían negados los movimientos. No es que Rivaldo, Figo, Luis Enrique, Anderson y Glovanni, que intercambiaron constantemente sus posiciones, tuvieran una especial mala noche, no. El problema era que los esperados uno contra uno se convertían en uno contratres, imposibles de deshacer. Así, impotentes, debieron recurrir a los disparos lejanos -lo intentaron Figo, con peligro, y Rivaldo, inocentemente- para abrir la defensa pucelana. O, si no, el otro recurso, los balones colgados.

Más información
La recompensa

Defensivamente, el Barça también tenía problemas. Sobre todo por la banda izquierda. Por allí empezaron jugando Luis Enrique y Sergi, con tendencias ofensivas, lo que obligaba a poner en marcha el invento del central izquierdo, es decir, a Bogarde. Desde el primer ataque por ese lado del Valladolid, resuelto con falta por el holandés, se vio que aquello podría ser una mina. Como además, los balones rebotados por la defensa azulgrana en los córners, falta y centros caían en los pies pucelanos, la sensación de agobio creció. En eso ayudaban las subidas de los laterales, Marcos y Chema: la superioridad estaba ganada. Así, emblemáticamente, llegó el Valladolid. De lateral a lateral y a la red.

Sin embargo, había otras fuerzas en juego. La gasolina del motor del Valladolid era la fuerza física, la resistencia y la concentración en el cumplimiento de las tareas, la chispa que les hacía llegar a los balones imposibles en los momentos clave. Y la fuerza no es perpetua. La gasolina se acaba. Y el carburante del Barcelona en los tiempos actuales es la fe, la confianza, la seguridad que tienen en lo que hacen. Se acabaron las dudas. A todos les gusta la música que tocan, se conocen a la perfección la partitura. No hay derrumbes psicológicos. Todo lo contrario: cuanto más difícil está la situación, más se retroalimentan. El liderato, la cada vez más afianzada convicción de que el título tiene su color después de una temporada en que estuvieron varias veces al borde del abismo, es una fuerza sin freno. Arte y ganas, pelota y garra. Un cóctel muy agradable. Un cóctel triunfador.

Ambas tendencias chocaron en el segundo tiempo y, evidentemente, ganaron los azulgrana. El lobo volvió a ponerse su piel. Las ovejas, de lana. Comenzaron vehementes desde el minuto 46. El Valladolid, encerrado en su área. Cayeron las oportunidades. La primera, de Bogarde, que se hizo daño en su intento de remate en el área pequeña. La segunda, gol. La maestría de Rivaldo en una falta. Quedaba más de media hora. Coser y cantar. Quiá. El Valladolid también tenía su corazoncito. Está en racha, también cree en su sistema, en su forma de hacer las cosas. El partido, cerrado hasta entonces en tacticismos, se abrió. Dejaron de existir las posiciones fijas. Celades se hartó de hacer circular la pelota. Rivaldo, Figo y compañia encontraron, por fin, los huecos negados. El Valladolid seguía intentando el contragolpe, pero ya sin fuerza. Con errores en el centro. Acabados. Extenuados en la lucha contra un imposible. Pero mantenían el empate, el único punto al que agarrarse titánicos. Pero el Barça es inapelable. Tenaces y también heroicos, luchadores sin fin, acabaron con la victoria. La firmó Figo, su jugador más tenaz, más heroico, más luchador. Más Barça.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_