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FÚTBOL: 28ª JORNADA DE LIGA

"Hay que empezar a pensar en dejarlo"

Luis Aragonés repasa 24 años de profesión y 600 partidos en Primera

Veinticuatro años de profesión y, desde ayer, 600 partidos en Primera. Ningún otro técnico español enseña sus números (Miguel Muñoz tenía 599). Luis Aragonés (59 años) los mira y no acaba de creérselos. "Son una barbaridad, demasiados para un organismo. Hay que empezar a pensar en dejarlo". Pronostica su retirada para "dentro de dos años", pero desde hace seis ha repetido mecánicamente lo mismo. Lo deje donde lo deje, su carrera de entrenador es desde ayer la más larga de España. Y sobre ella, sobre algunos de sus episodios, aceptó hablar.

EL PRIMER PASO. El Atlético estaba a ocho puntos del líder y sólo habían transcurrido ocho jornadas. Llegó el Sporting y arrancó un nuevo empate del Manzanares: Juan Carlos Lorenzo fue destituido. Vicente Calderón, el presidente, mandó subir del vestuario a un jugador, Luis, entonces así a secas, y le dijo: "Quiero que seas el nuevo entrenador". Pese a sus 36 años, Luis no había pensado aún en la retirada, pero aceptó: "Calderón tenía tal ascendencia sobre mí, que no supe decir que no. Me acosté como jugador y me levanté como entrenador. Fue un trago complicado. Tuve que dialogar con los futbolistas mucho más de lo que hago ahora, convencerles de por qué debían hacer unas cosas que antes yo tampoco quería hacer. La relación, el cañeo y compadreo de cuando éramos compañeros, fue similar en los tres o cuatro primeros meses. Luego, ya di más distancias. Tenía que ser así".

MALA MEMORIA. A Luis Aragonés le cuesta ordenar ahora sus primeros años en el Atlético. Fueron menos de los que dice (seis consecutivos, hasta la temporada 1979-80, no siete u ocho) y con menos títulos (una Copa, 1976, no dos o tres). Pese a la seguridad con la que aceptó el reto, tampoco se aproximó demasiado al citar la alineación con la que consquistó su única liga, la 1976-1977. "¿El once? Sí, hombre. más o menos eran Melo, el de Badajoz [Eusebio], Pereira, seguramente entonces el mejor líbero del mundo, Calleja o Julio Alberto o uno de éstos; en el centro del campo Adelardo, Irureta, Salcedo y Heredia; y arriba Leivinha, Gárate, aunque creo que estuvo lesionado, Becerra, Ayala... " No mencionó a algunos habituales: Marcelino, Benegas, Capón, Panadero Díaz, Leal, Alberto -no haberse acordado de él le dolió de veras- y Rubén Cano, que fue el máximo goleador del equipo. Y desubicó de época a Calleja, Adelardo, Irureta, que ya no estaban, y Julio Alberto, que aún no había llegado. "Fueron tantos años que mezclo", se lamenta.

LA ENFERMEDAD. Su prirnera aventura lejos del Manzanares, en el banquillo del Betis (temporada 1981-82), no le duró mucho. Tan sólo unos días (un partido, según los datos oficiales). Le obligó a dejarlo una misteriosa enfermedad mental (fobia de anticipación), que luego le reaparecería en tres ocasiones. "Nada más firmar, en la pretemporada, se me presentan unos dolores de cabeza impresionantes. Los médicos me dicen que necesito un tiempo para curarme y dejo de entrenar. Me trato los dolores, voy conociéndome mejor, que de eso se trataba, voy haciendo las cosas mejor para no deprimirme, y me curo. Vuelvo a entrenar. Después, en el Barça y en el Atlético, tengo problemas de tres o cuatro días, de estar deprimido ese tiempo, pero ya nada importante. Y desde hace muchos años, no me ha vuelto a pasar".

A LAS MANOS CON GIL. Frente a los presidentes, Luis Aragonés ha utilizado una estrategia de excelentes resultados. Si intuía que le citaban al despacho para destituirle, les ganaba por la mano: les reprochaba algo, se ponía agresivo, les culpaba de los malos resultados, amenazaba con irse... Y salía reforzado. La táctica no le funcionó con Jesús Gil, a quien llegó a agarrar del cuello en una discusión. "Tú te crees que soy un imbécil", comentó Gil, "a mí no me presiona nadie. Te crees que el club es tuyo. Pues a partir de ahora se va a acabar aquí el amiguismo y los derechos adquiridos que algunos cuantos habéis considerado que teníais de por vida". Luis se lanzó a por él: "Gil es un hombre que sabe decir las cosas para herir. En ese momento me hirió y por eso salté".

LA FOTO FIRMADA. Los jugadores del Barça firmaron un manifiesto en el que pedían la dimisión del presidente (el llamado Motín del Hesperia) y Luis Aragonés les defendió. "Ellos salían perjudicados en unos dineros y consideré que llevaban razón". Y ese apoyo, pese a que conquistó una Copa del Rey (1988) y evitó que el club azulgrana se quedara por primera vez en su historia fuera de Europa, le costó su salida. No se arrepiente. Luis siempre fue así. Y además, ese gesto le reportó el único recuerdo de su carrera que se resiste a descolgar, una foto firmada por los jugadores con la leyenda "encontramos un entrenador y un hombre de palabra". No conserva muchas más cosas de su vida deportiva: "Y casi aposta, no me quiero emocionar".

LOS TRUCOS. Luis Aragonés se ha manejado bien con los jugadores. Les ha sabido tener contentos y motivarles, a veces, eso sí, recurriendo a pequeñas triquiñuelas. Un ejemplo: "Un día, antes de jugar en Oviedo, donde el Atlético llevaba unos cuantos años siendo goleado, le comenté a Futre: ¿Has leído a Gorriarán? Dice que te ha cogido la medida, que no eres tan bueno, que lo tuyo sólo es fama y tal. '¿Dónde, míster, dónde?', me contestó. Pues hasta en la hoja parroquial, y me fui. El pobre Gorriarán no había dicho ni una palabra, pero el Atlético ganó y Futre se salió".

EL MEJOR, SCHUSTER. De todos los jugadores que ha tenido a sus órdenes, le fascinaron Leivinha, Gárate y Lineker. Y, sobre todo, Bernd Schuster: "Es el que mejor veía la situación en el campo. Cuando yo pensaba 'yo la mandaría ahora a la izquierda', él llegaba y pum, a la izquierda. Si yo pensaba, 'ahora la pisaría', él, pum, la pisaba. Me quedaba embobado viendo cómo el alemán hacía inmediatamente lo mismo que yo había pensado".

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