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GOLF

Un mes para Augusta

Carlos Arribas

José María Olazábal ya no es un niño. A los 32 años ha entrado ya en su época de madurez. Es la edad en la que los jugadores de golf empiezan a dar lo mejor de sí mismos. Ya no es, mirando su carnet de identidad, el joven de 28 años que abanderó a una nueva generación cuando ganó el Masters en 1994. Pero si uno se olvida de su edad biológica y atiende más a los avatares de la carrera del golfista de Hondarribia, podría llegar fácilmente a otra conclusión: Olazábal, en realidad, tiene 30 años, y su juego, esa mezcla de imaginación y técnica depurada, ese toque europeo adobado por una magia puramente española, debe seguir progresando. En realidad, en suma, lo pasado entre el Masters de 1994 y la victoria de ayer no es más que un paréntesis marcado por la enfermedad que ayer cerró de un portazo. El triunfo de Dubai marca, así, una línea de continuidad entre el gran jugador del 94 y el que promete ser en el 98.Y así pareció reconocerlo él ayer cuando declaró: "Ésta es mi victoria más importante desde el Masters, el PGA y las Series Mundiales de 1994". Olazábal se operó de un pie a comienzos de 1995 y defendió su título en Augusta cojeando visiblemente. Los dolores y la inflamación de los pies se fueron acrecentando y no pudo concluir la temporada. Tuvo que renunciar a disputar la Ryder Cup de aquel año, una de las decisiones más duras para cualquier golfista, pero más para él, un competidor nato, un amante del espíritu de equipo que florece en las Ryder. Eso no fue lo más duro. Se recluyó año y medio en su casa de Hondarribia. No regresó hasta el torneo déDubai 97.

Fue aquel, el pasado, un año de reencuentro sentimental, con victorias de explosión emocional. El triunfo que consiguió en Canarias le sirvió para dar rienda suelta a sus sentimientos; su extraordinaria contribución al triunfo mágico del equipo europeo de Severiano Ballesteros en la Ryder de Valderrarna, también. Y cuando se retiró a sus cuarteles de invierno sabía que iba a disfrutar por primera vez en muchos años de una estación normal, de entrenamiento y juego. Con tanta prisa por recuperar el terreno perdido que hasta renunció a sus queridas partidas de caza. Y en enero, cuando tenía ya perfilada su temporada era un hombre feliz.

Falta poco más de un mes para una de las cumbres de su temporada, el Masters de Augusta (9 a 12 de abril), su regreso definitivo al punto de partida. El plan trazado por el vasco para llegar ensu mejor forma le ha obligado a pasarse tres semanas en Australia, donde ha buscado el buen tiempo y campos en magníficas condiciones, lo necesario para alcanzar más rápidamente el feeling. Lo ha alcanzado en Dubai. Lo deberá mantener el próximo fin de semana en Qatar. Después, un par de semanas de descanso y viaje a Estados Unidos, donde en el TPC y en el torneo de Nueva Orleans se aclimatará antes de Augusta.

Después de los años duros, esto promete también por otros lados. En Augusta también estarán Severiano Ballesteros, otro jugador renacido en Dubai tras unos 1996 y 1997 en que su tensión y su cabeza estaban más en su cometido de capitán de la Ryder que en su juego. Y debutará Nacho Garrido, el joven madrileño que sube ascendiendo peldaños hacia la cumbre.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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