El arenque clandestino
La Alegre Cofradía desafió la prohibición de los carnavales durante la dictadura con el Entierro de la Sardina
Un miércoles de ceniza de hace 30 años, el párroco de la ermita de San Antonio de La Florida denunció un extraño cortejo fúnebre en el que una decena de hombres vestidos con capa negra y chistera, un punto beodos y acompañados de una charanga, alborotaba en la zona. La policía interrumpió la comitiva y ordenó abrir el pequeño ataúd que portaba. Lástima que nadie fotografiara la cara que pusieron los agentes al comprobar que dentro había una sardina vestida con ropa de puntilla y pendientes.Jesús Hidalgo, un anticuario de 65 años, con tienda en el Rastro, era uno de aquellos cofrades, y recuerda lo que les costó convencer a la policía de que no estaban cometiendo ningún sacrilegio ni insultando al clero, como se empeñaba el sacerdote, sino que se trataba de un antiguo rito de carnaval que el propio Francisco de Goya había inmortalizado en un cuadro por encargo de un alcalde de Madrid, Manuel García de la Prada. Este regidor, que ocupó la alcaldía en 1812, era un adinerado anticuario de la calle Mayor, fundador y primer gran preboste de la Alegre Cofradía del Santo Entierro de la Sardina. Durante más de un siglo, los cofrades acudieron a su cita anual con el arenque hasta que la guerra civil se lo impidió. Al término de la contienda, Franco prohibió la celebración de cualquier acto de carnaval, y la Alegre Cofradía se disolvió.
Pero los anticuarios del Rastro que habían conocido el carnaval antes de la guerra no se resignaron. Uno de ellos, Serafín Villén, convenció, un miércoles de ceniza, a un grupo de amigos de que fueran a enterrar la sardina a la Casa de Campo, a pesar de la prohibición. Era el año 1952, y desde entonces nunca han dejado de hacerlo. Serafín murio en 1980, pero pudo asistir al primer carnaval democrático. El actual gran preboste es su sobrino Mariano Villén, de 83 años. "Durante la dictadura", cuenta Jesús Hidalgo, "el carnaval estaba muy mal visto. Cuando yo ingresé en la cofradía, en 1967, sólo los más veteranos se atrevían a ponerse capa y chistera; los demás nos colocábamos un sombrero de señora al que le cosíamos una sardina arenque. ¡Claro que llamábamos la atención! Pero no nos podían detener por el simple hecho de vestir así".
Por suerte se les había unido más de un famoso de la época, como José Luis Pécker: "Era una estrella de la radio, y su presencia en los entierros era una garantía para que la policía no nos molestara".
Excepción por democracia
El 3 de abril de 1979 es elegido democráticamente alcalde de Madrid Enrique Tierno. Galán. El rnarchoso y erudito regidor decidió que los madrileños no volverían a quedarse sin carnaval y pidió ayuda a la Alegre Cofradía. En 1980 les recibió en la Casa de la Villa, y ese mismo año se celebraron en la capital los primeros carnavales de la democracia. Una reproducción del famoso óleo de Goya -cuyo original se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando- sirvió como cartel anunciador de sus fiestas. "No había ningún ambiente de carnaval en Madrid. Aunque nosotros sólo salimos el miércoles de ceniza, hicimos una excepción porque nos lo pidió Enrique Tierno y participamos en un desfile con unas cuantas carrozas en la Plaza Mayor. Para incentivar a los madrileños, que no estaban acostumbrados al carnaval, el Ayuntamiento puso autobuses de la EMT gratuitos desde los barrios hasta el centro. Había poca gente disfrazada y no se organizaban bailes de máscaras", cuenta Jesús. La falta de costumbre provocó que más de uno se pegara un susto al toparse con un cofrade. "Al volver del entierro aquel año, subía yo solo por la calle de Segovia, envuelto en la capa porque hacía frío. Delante de mí iba un inmigrante africano que se volvió al escuchar pasos. Al verme se llevó tal impresión que se cruzó de acera y en la primera esquina echó a correr como si hubiera visto al diablo".En la sede de la Alegre Cofradía, en la calle de Rodrigo de Guevara, se conservan los 31 ataúdes y las dos sardinas que han protagonizado los entierros en las tres últimas décadas. Todo está preparado -los estandartes, las casullas de los novicios, las capas y chisteras- para que mañana los cofrades cumplan con el sardinesco rito que despide a Don Carnal y da la bienvenida a Doña Cuaresma. Ese día, en la tienda de antigüedades que Jesús Hidalgo comparte con su hermano Antonio, vicepresidente de la cofradía, colgará el cartel de "Cerrado por defunción". Por la mañana harán el tradicional recorrido por los bares, comerán en un restaurante de la calle de Toledo, y a las cinco de la tarde, el entierro comenzará en San Antonio de la Florida, al que asistirá el "hermano cofrade" más joven, Héctor Hidalgo, de tres años y nieto de Jesús, y unos tres madrileños más. La sardina será enterrada, como siempre, junto a la Fuente de los Pajaritos, en la Casa de Campo.
Antonio, el vicepresidente, describe los cuatro grados de borrachera que pueden alcanzar los cofrades para sobrellevar la muerte del pescado: "Alegrete es el mínimo nivel que llevamos todos; con el gachupín vas haciendo eses por la acera; zorrococo es cuando no puedes volver a casa sin ayuda de otro cofrade; y el pasmo, cuando no hay quien te levante del suelo; pero este último es raro que se dé", aclara.
No admiten mujeres, y éstas han creado su propia cofradía, la del Boquerón. "Nos planteamos qué ocurriría si la alcaldía madrileña la ocupara una mujer, porque todos los regidores por el hecho de serlo son cofrades de honor. Si esto ocurre, haremos una excepción al veto femenino", afirma Antonio.
La Alegre Cofradía tiene actualmente casi cien "hermanos" y no admiten más miembros porque no quieren superar esta cifra.
Todos los años juegan un número de lotería, y si les toca, lo tienen claro: "Nos iremos todos a los carnavales de Río de Janeiro".
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