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FÚTBOL 26ª JORNADA DE LIGA

Nuevo trauma del Madrid en Tenerife

El equipo de Heynckes se desploma inexplicablemente frente a un rival con diez jugadores

Santiago Segurola

El Madrid volvió a padecer el efecto Tenerife. Es decir, una derrota traumática, inexplicable en algún caso y muy explicable en otros. Después de una primera parte infame, Heynckes arregló las cosas con el retorno del rombo, traducido en un juego más punzante, más acorde con las características del equipo, más cercano a lo que se espera de un conjunto desaprovechado en los dos últimos meses. Pero el Madrid también sufrió defectos estructurales, la clase de problemas que superan a tal o cual entrenador. El Madrid perdió por su facilidad para desestabilizarse, por sus malas respuestas defensivas, por su incapacidad para gobernar un partido que tenía ganado. Es decir, fue el mismo equipo que salió destruido en aquellos dos famosos partidos que se han incorporado a la historia negra del madridismo. Enfrente, el Tenerife recordó a aquel viejo Tenerife, capaz de observar las carencias de su rival y de hincarle la piqueta. Lo hizo con diez jugadores, tras salvar una situación muy desventajosa, con una fe indestructible. Con grandeza.Fue un partido descontrolado, desconcertante porque a la insípida primera parte siguió un encuentro ingobernable, con seis goles y con el viejo aroma que preside el duelo entre estos dos equipos. Otra vez el Madrid salió traumatizado de Tenerife, después de recuperarse de su desastrosa actuación en la primera parte. Heynckes giró, volvió a sus orígenes, dispuso el famoso rombo y su equipo consiguió levantar el partido. Pero no logró defenderlo. Como en aquellas jornadas inolvidables que le costaron dos Ligas, el Madrid volvió a descomponerse. No sólo permitió la victoria del Tenerife, que jugaba con diez, sino que acabó el partido sin Redondo y Sanchís, expulsados durante el hundimiento madridista.

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Con todos los problemas que se quieran, el Madrid tenía un aspecto definido durante al época en la que utilizó el rombo en el medio campo. Era una idea afín a Heynckes, que la mantuvo hasta que la presión de los jugadores y de algún directivo se hizo insostenible. Se decía que con un medio centro el Madrid sufría demasiado en el aspecto defensivo. Quizá, pero la inclusión de otro tapón junto a Redondo no mejoró al equipo. Ocurrió lo contrario: el Madrid se desestabilizó en todos los sentidos. El rombo hizo mucho por la recuperación del Madrid en Tenerife. La primera parte fue un catálogo de despropósitos, aliviada de alguna forma por el voluntarioso ejercicio del Tenerife, que actuó con más propiedad que el Madrid.

Lillo hizo un cosa muy sensata en su presentación como entrenador: puso a los mejores y a casi todos en sus puestos naturales. El resto correspondió al estado de ánimo. En cualquier disputa, en los balones divididos, en la fe para correr al adversario, el Tenerife superó al Madrid, que actuó durante el primer tiempo con el aire burocrático que le caracteriza en los últimos tiempos. Rodaba el balón sin criterio, con los laterales inactivos, con Redondo y Jaime solapándose, incapaces de controlar a Juanele. En las bandas, Víctor apenas tenía peso y Savio apenas recibía el balón. Sobre Suker no había mucho que decir. Sólo Mijatovic parecía capaz de conseguir algo productivo. Pero el paisaje era desolador.

Descontrol

Antes de que el partido entrara en un fabuloso descontrol, el Tenerife realizó un poco mejor las pequeñas cosas del fútbol y con eso le bastó. Jokanovic y Emerson superaban a Redondo y Jaime, y Juanele superaba a todos. Lo demás fue marginal. Los errores se sucedieron en los dos equipos, con defectos defensivos de primer orden y con un fútbol muy poco juicioso. Heynckes se debió encontrar en una situación desesperada, porque volvió sobre sus pasos y recobró el dibujo original del Madrid en esta temporada. Salió Jaime y entró Guti. O sea, un volante de enganche por un medio tapón. Y Guti estuvo irreprochable. Jugó con altura, clase y decisión. La inclusión de Morientes por Suker también mejoró las prestaciones de la delantera. Pero antes de todo eso llegó el gol de Roberto Carlos.Ese remate desde la línea de fondo vestirá la portada de los periódicos, será mil veces revisado en la televisión y quedará como uno de los goles de la temporada. Para estas cosas, Roberto Carlos se las pinta. El año pasado embocó un memorable tiro libre ante Francia, con todas las curvas posibles y alguna imposible. Pues éste no fue peor: llegó como un huracán, alcanzó un pase que se perdía por la raya y desde allí enganchó un remate violentísimo que primero se dobló hacia fuera y luego giró inopinadamente hacia la portería, ante el estupor de Ojeda, que se quedó con la manita bailando en busca del balón, que entró por el ángulo, como era de ley. Fue el preludio de una avalancha de goles y de un partido desarbolado, con una mejoría evidente del Madrid con respecto al primer tiempo, concretada en sus numerosas llegadas al área del Tenerife. Funcionaron Guti, Mijatovic y Savio, y era difícil pensar en otra cosa que en la victoria madridista.

Pero tras el gol de Savio se advirtieron dos defectos capitales: prosiguió el desorden defensivo y faltó una línea de actuación. Pudo decidirse el Madrid por una defensa férrea, poblada de jugadores, o por su superioridad en el uso de la pelota. Ni una cosa, ni otra. Fue un equipo indefinido y desbordable, sin ninguna contundencia defensiva. En ese aspecto, es un equipo muy poco trabajado. Por esa vía aprovechó el Tenerife para rebañar un triunfo que se antojaba imposible. Encontró todos los agujeros defensivos y batió al mísmo Madrid de los viejos desastres en Tenerife: el equipo desanimado, desconcertado y desaprovechado que vive trauma tras trauma en las islas.

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